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Cartela que pone "Se llamará lucha. Será niña". Cita de la poeta y actriz María Nieto
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Cuando poesía rima con igualdad

Por Vega Alonso del Val (@VegaAlonsoV), colaboradora de Amnistía Internacional,

A lo largo de la historia, la poesía, al igual que otros géneros, ha sido un medio de expresión para denunciar las discriminaciones, violencias y conductas machistas que sufrimos las mujeres. La poesía refleja también nuestras ansias de libertad, ha creado espacios para escucharnos y apoyarnos, nos ha permitido reconocernos, ponernos voz, ha sanado y nos sigue acompañando, día a día, en nuestra lucha por la igualdad.

“Se llamará lucha: / será niña”, escribe la poeta y actriz María Nieto, porque en una sociedad patriarcal, que ha intentado silenciar e infravalorar a la mujer escritora, las poetas han luchado y luchan a favor de nuestros derechos con la rima y los versos por bandera.

Safo de Lesbos, Wallada bint al-Mustakfi, Elisabeth Mulder, Carmen Conde, Vicenta Maturana, Emily Dickinson, Gabriela Mistral, Concha Méndez, Juana Castro, Alejandra Pizarnik, María Zambrano, Carolina Coronado, Sylvia Plath, Shirley Campbell, Paca Aguirre… El listado de mujeres poetas que han llenado sus obras de feminismo es inmenso, antes incluso de que naciera el movimiento feminista.

Diferentes estilos, cada una en su tiempo y generación, desde la antigüedad, la época medieval, el Renacimiento, barrocas, románticas, realistas, modernistas, del siglo XX, hasta las poetas que han nacido al calor de las redes sociales, pero con un punto en común: conquistar un espacio del que fueron relegadas durante años, romper con la discriminación y reivindicar la igualdad a través de sus versos. Poemas de cualquier época que siguen siendo actuales.

Extracto del poema Mujer en el siglo XX de Alaíde Foppa
"Hombre necios que acusáis a la mujer sin razón sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis. (...) Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis".Sor Juana Inés de la Cruz fue crítica con el trato desigual que recibía la mujer por parte de los hombres y la sociedad del siglo XVII. Defendió su mayor presencia en espacios públicos y su derecho a la educación.

Estos temas han seguido reflejados en la poesía durante cientos de años. Autoras que escribieron contra el “orden establecido”, la anulación de la mujer, que reivindicaron en sus obras su libertad, su autonomía, el derecho a ser lo que quisieran ser. “No la maldita bruja que los inquisidores quemaron. / (...) No la obligada a ser buena. / No la obligada a ser mala. / (...) No la que debe siempre decir que sí. / Un Ser que trata de saber quién es / Y que empieza a existir”, nos cantaba Alaíde Foppa en su poema Mujer en el siglo XX.
 
Los versos de Alfonsina Storni (1892-1938) también hablan de la libertad de la mujer y denuncian la subordinación al hombre: “Hombre pequeñito, hombre pequeñito / suelta a tu canario que quiere volar… / Yo soy el canario, hombre pequeñito, / déjame saltar. (…) / ábreme la jaula que quiero escapar (...)”. Esas ansias de libertad y esa reivindicación de autonomía lo encontramos también en los versos de Josefina de la Torre (1907-2002): “¡Mi falda de tres volantes / y mi blusa desprendida, / qué bien me adornan andares / y brazos al aire libre.” Sin olvidar a Rosalía de Castro (1837-1885) cuando dice que “el patrimonio de la mujer son los grillos de la esclavitud. / Yo, sin embargo, soy libre, libre como los pájaros”.

Gioconda Belli (1948-) cuestionó la sumisión de la mujer y abogaba por un amor lejos del sometimiento y la posesión: “El amor de mi hombre / no querrá rotularme y etiquetarme, / me dará aire, espacio, / alimento para crecer y ser mejor (...)”. Y Ángela Figuera (1902-1984) criticaba que para alabarla se fijaran en su físico y no en su obra: "¡Cuán vanamente, cuán ligeramente / me llamaron poetas, flor, perfume…! / Flor, no: florezco. Exhalo sin mudarme”.

Extracto del poema Hombre pequeñito de Alfonsina Storni
 La reivindicación de la libertad sexual de la mujer también la encontramos en la poesía. Son muchas las poetas que han hablado sin ataduras del placer femenino. Alfonsina Storni escribió sobre cómo las normas marcaban cómo tenía que ser una mujer, qué podía hacer y qué no y también sobre cómo se suponía que tenía que vivir su sexualidad a principio del siglo XX en sus famosos versos “Tú me quieres alba, / me quieres de espumas, / me quieres de nácar. Que sea azucena / Sobre todas, casta.” Delmira Agustini (1886-1914) puso a la mujer como sujeto de deseo rompiendo con el estereotipo de la mujer-musa: “Yo soy la brasa candente / de un gran clavel de pasión”.
 
La denuncia de la violencia de género tampoco es ajena a la poesía. El poemario ‘Violencia’ de Bibiana Collado Cabrera (1985-) es prueba de ello, donde se pasa por todas las etapas del maltrato, desde la anulación de la mujer, el golpe, el estigma, la culpa, la incomprensión social... “¿Cómo descubrirse víctima / y seguir siendo dueña del discurso?”, nos dicen sus versos. Recordamos también a Gioconda Belli cuando escribe “La matará hundiéndole un cuchillo en el pecho. / (...) En la foto del periódico / nosotros veremos el pie delicado / asomar bajo la sábana que tapa su cadáver. / (..) Pies tristes. A diario. / Contando la misma historia”.

Ruptura de los roles de género

Han sido muchas las poetas que han dedicado sus versos a reivindicar la ruptura de estereotipos y los roles de género. Alfonsina Storni es ejemplo de ello. Se autodenominó “loba’ en su poema titulado con este mismo nombre en su intento de mostrar que la mujer podía elegir ser o no ser madre y su sistema de familia, y hacer despertar las conciencias de quienes la criticaron por ser madre soltera y romper con el “rebaño”. "Yo soy como la loba. / Quebré con el rebaño / Y me fui a la montaña / Fatigada del llano. / Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley, (...) Mirad cómo se ríen y cómo me señalan (...)”.

En el siglo XXI la presión por ser madre por parte de la sociedad y el peso de la culpa en esta etapa de la vida aparecen en los versos de Ana Pérez Cañamares en su poemario ‘Querida hija imperfecta’: “En ninguno de los libros / que leí para ser madre perfecta / encontré lo único importante: / La maternidad es un largo camino / para amar mis imperfecciones / tanto como te amo a ti / querida hija imperfecta”.

Extracto del poema Desde el principio de Shirley Campbell

Con nombre propio

Lejos de esa perfección que se espera de nosotras y del “orden establecido”, las poetas han escrito sobre la resistencia a ser relegadas al hogar poniendo en valor su potencial de escritoras.
 
La poeta Rosalía de Castro decía que la recordaban constantemente que debía dejar la pluma a un lado y dedicarse más a remendar los calcetines de su marido. Pero ella siguió escribiendo, al igual que otras muchas mujeres que sortearon lo que se esperaba de ellas -estar en casa y ser madres- para reivindicar que las mujeres también escriben poesía. “Hago versos señores, hago versos”, decía Gloria Fuertes (1917-1998). La poeta Concha Espina (1869-1955) señalaba que algunos de sus mejores amigos ignoraban que escribiera poesía y se sorprendieron al leer sus poemas. “Yo soy una mujer: nací poeta”, así se definía en estos versos que aparecen en la novela ‘La esfinge maragata’.

Mujeres a las que de forma despectiva se las ha llamado “poetisas” infravalorando su obra. “No me gusta que me llamen poetisa”, escribía Gloria Fuertes. En otras ocasiones, tuvieron que firmar sus obras bajo un pseudónimo o de forma anónima. Por ejemplo, Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) firmó sus versos como ‘La peregrina’ en varios periódicos. Años más tarde, escritoras que usaron pseudónimo para firmar sus obras dijeron que se sentían así más libres, siendo leídas sin prejuicios. Otras escritoras como Emilia Pardo Bazán (1851-1921) se negaron a escribir con pseudónimo. A cambio tuvieron que sufrir el menosprecio de sus compañeros escritores.

A través de sus versos las mujeres poetas han dignificado su condición de escritoras, poniendo en valor nombres y obras ignoradas ya que durante años han sido excluidas de antologías, recitales, libros de texto o catálogos de editoriales. Julia Uceda, la primera mujer que recibió el Premio Nacional de Poesía en 2003, escribe esto sobre la invisibilidad de la mujer: “Me levanté sin que se dieran cuenta / y salí sin hacerme notar / había estado todo el día / entre ellos intentando / hacerme oír”.

“Es necesario / revertir el hechizo. / Ese, / que borra a las mujeres / de los libros de historia, / de las esferas de poder, de las antologías.”, reivindica Gisela López. El reconocimiento de la obra de todas ellas sería algo de justicia poética.

Extracto del poema “Es necesario” de Gisela López

Poesía y sororidad

Poesía es también un sentir colectivo. Amistad, sororidad y versos han ido de la mano. La propia Gloria Fuertes creó, junto a Adelaida Las Santas y María Dolores de Pablos, la tertulia de mujeres poetas ‘Versos con faldas’ durante el franquismo ante la escasa presencia de mujeres en los recitales en un tiempo en el que ellas estaban relegadas al espacio privado. Resultó que tertulias como esta, -y en otras épocas monasterios o universidades y ahora organizaciones, editoriales o las redes sociales-, se han ido convirtiendo también en un hogar de acogida que ponen en valor y reivindican la obra de todas ellas.
 
Sobre esta sororidad escribió Concepción de Estevarena (1854-1876), a la que su padre le prohibió escribir. También Gisela López: “Nos encontramos / proclamando la soberanía de nuestros cuerpos, / defendiendo la libertad de nuestros pasos. / Haciendo resonar nuestra voz (...) Enlazándonos, / más allá de nuestra edad / y nuestras nacionalidades. / Acarreando esperanzas / en la desesperanza. / Tejiendo redes, / laboriosas arañas”.

Y qué importante reconocernos y aprender de nuestras antecesoras, de sus obras, sus métricas…como dicen los versos de Rosa Berbel:Quiero conocer a todas mis madres, / reconstruir mi linaje y mi conciencia / (...) / Quiero una larga estirpe de mujeres valientes, / que han escrito poemas / después de hacer la cena / y han vivido el exilio / dentro del dormitorio. / Reconocerlas libres, brillantes y caóticas (...) Quiero sobrellevar la carga de la historia, / convertirme en relevo, / nombrarlas / sin esfuerzo. / Pronunciar con propiedad / el término familia”. En esta línea Laura Escobar Colmenares escribe: “Tejer, volar, crujir, tejer. / Luchar, amar, reír, luchar. / (...) Decirnos compañeras y prometernos seguir vivas”.

En ese camino seguimos y estamos, en tejer redes, en ser compañeras, en apoyarnos, en reivindicarnos y disfrutar de nuestros versos, en seguir luchando por la igualdad. Como escribía Ida Vitale (1923-) “Ser humana y mujer, ni más ni menos”.