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Primeiro plano dun escritorio nunha aula e libros. © Wokandapix

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Identificar, prevenir y desactivar la violencia en el ámbito educativo

Juan Ignacio Cortés, colaborador de Amnistía Internacional,

Hace unos meses la Liga Española de la Educación y la Cultura Popular presentó la investigaciónParticip-arte: Desmontando la normalización de la violencia,que aspira a identificar las formas en que la violencia puede manifestarse en los centros educativos, entrenar la mirada para detectarla y ayudar a profesorado y alumnado a prevenirla y enfrentarla. En esta entrevista con Alejandro Sanz, sociólogo responsable del informe, y Juan Ramón Lagunilla, secretario general de la organización, repasamos sus principales conclusiones.

-Hablan de normalización de la violencia en los centros escolares. Es una afirmación muy grave.

-Alejandro: Sucede en toda la sociedad. Los centros escolares están inmersos en la sociedad y lo que sucede en la sociedad afecta a la escuela y viceversa. Estamos socializados en una cultura de la violencia. No es algo reciente, sino algo que acompaña toda la historia de la humanidad.

-Afirmáis que esa violencia tiene mucho que ver con una sociedad cuyos valores están basados en un individualismo híper-competitivo.

-A: La híper-competitividad sí que es algo propio de nuestro tiempo y hace que la violencia se acepte más, alimentada por el imaginario colectivo de que lo que importa es el éxito a cualquier precio. Esos valores son los que hay que cambiar.

Alejandro Sanz e Juán Ramón Lagunilla ©Privadas

-¿Cuáles son las principales formas de violencia en centros escolares?

-A: La teoría del triangulo de la violencia de Galtung habla de violencia directa, cultural y estructural. Estas dos últimas dan pie a la primera, aunque son más difíciles de reconocer. Estamos hablando leyes del silencio; formas autoritarias de impartir clase o contenido de libros de texto que ignoran a la mujer. La violencia es multi-direccional. Siempre pensamos en violencia entre alumnos, pero también hay violencia entre alumnos y profesores y entre profesores.

-¿Se puede diferenciar entre violencia y conflicto entre iguales? ¿O entre acto violento y broma?

-A: La diferencia hay que buscarla en el tipo de relación. Si es una relación vertical, de dominación, es violencia. Si es una relación en la que se puede dar un diálogo entre iguales, es un conflicto, que en sí mismo no es malo. ¿Cómo distinguirlo? Es necesario conocer qué relación tienen los alumnos.

-¿Quién contribuye más a la violencia: alumnos, profesores, familias...?

-A: Más que hablar sobre quién contribuye más, hay que pensar en la responsabilidad de cada parte y su capacidad de transformación. Ahí, lógicamente, los alumnos son los que menos capacidad de transformación tienen. Cuando preguntas a las personas por su responsabilidad en la violencia, nadie termina de asumirla, pero es un problema compartido y todas las partes tienen que hacer su reflexión. También las instituciones. No hemos hablado mucho de la violencia estructural, como la que sufren centros con pocos recursos o profesores en situación laboral inestable.-¿La violencia no se sabe ver o no se quiere ver?

-A: Cuando enfrentamos a los profesores con la violencia que se produce en sus centros, hay tres tipos de reacciones. Un porcentaje muy pequeño asegura que era consciente de esa violencia. La mayor parte asegura que no había caído en la cuenta, pero que ha abierto los ojos. Una última parte -muy pequeña- sigue mirando hacia otro lado por muchos datos que le des.

-Frente a la violencia, ustedes proponer educar para la convivencia. ¿Cómo?

-Juan Ramón: Solo se hace de una forma: conviviendo. Hay que crear un ámbito de convivencia en el que todos se impliquen y sepan detectar la violencia y trabajar para erradicarla. Esto es fácil de decir, pero no de hacer. Hoy día, más del 70% de lo que influye en la educación de los alumnos viene de fuera del centro escolar, de los medios y las redes sociales, y los ejemplos que se ven ahí no ayudan a la convivencia.

-A: Para educar hay que tener una conducta ejemplarizante. Si quieres crear un clima de confianza y diálogo y que las otras personas escuchen tienes que estar disponible para escuchar, intervenir ante los conflictos y no dejarlos pasar. Tienes que proponer modelos positivos de convivencia, algo que en una sociedad híper-competitiva no es fácil.

-Su investigación respalda los principios de convivencia democrática de la Ley Celaá. ¿Tan importante es una ley educativa como para determinar la realidad educativa?

-JR: Una ley educativa es muy importante porque la educación conforma la sociedad del futuro y puede trabajar en favor de una sociedad individualista o en la que se convive sin exclusión. De ahí la importancia de esas leyes y lo difícil que es llegar a acuerdos sobre ellas, especialmente si las posiciones políticas se radicalizan. Sería importante tener un consenso de base, aunque luego las leyes cambien para adaptarse a las nuevas realidades. Por otra parte, las leyes educativas son condiciones necesarias, pero no suficientes. Puede haber leyes educativas maravillosas, pero si no hay compromiso para asumirlas desde todos los estamentos implicados, se quedan en nada.

-Pese a todos los problemas de los que hemos hablado, la suya es una investigación propositiva. ¿Cuáles son sus principales propuestas?

-A: Hay dos tipos de propuestas: para la escuela y para su entorno. Las propuestas para la escuela buscan que el alumnado participe en la resolución de conflictos y la creación de un espacio de convivencia. Hacia fuera, hay que fomentar la participación de las familias y del barrio en la vida escolar y potenciar la comunicación entre estos tres actores.