La lectura de las múltiples biografías existentes de Marie Curie nos muestran a una mujer consagrada a la ciencia. Una mujer que tuvo que superar la pobreza, la soledad y el rechazo de una comunidad científica que llegó a poner en duda todos sus logros.
Marie Curie es probablemente la científica más conocida y relevante del siglo XX. Fue la primera mujer en recibir dos premios Nobel y la única en hacerlo en dos especialidades científicas distintas: Física (1903, junto con Pierre Curie y Henri Becquerel) y Química (1911). Fue la primera mujer que llegó a ser catedrática en la Universidad de la Sorbona de París y la segunda en obtener el grado de doctor en Física, tras la alemana Elsa Neumann.
Discriminación y desigualdad
Pero este icono de la ciencia tuvo que enfrentarse a lo largo de su trayectoria a la discriminación y la desigualdad por ser mujer, polaca y judía, en una época en la gran parte de la comunidad científica no incluía ni respetaba a las mujeres. Tal es así que no pudo impartir conferencias sobre la radiactividad en la Royal Institution británica, a pesar de ser un campo de trabajo iniciado por ella, y llegó a ser rechazada en la Academia de Ciencias Francesa. La comunidad científica menospreció su trabajo hasta el punto de poner en duda sus logros más importantes.
Durante la Primera Guerra Mundial, Marie se enfrentó a los prejuicios de los generales y los cirujanos franceses que no querían mujeres ni en sus frentes ni en sus quirófanos, pero les demostró que sus radiografías ayudaban a salvar vidas. Para ello empleó fuentes de rayos X portátiles que montó y llevó al frente con su hija Irène en camionetas. las llamadas "pequeñas curies". Se calcula que esta flota y los 200 servicios fijos de radiología que la científica distribuyó por los hospitales de campaña, permitieron tratar a más de un millón de soldados heridos.
A medida que su salud comenzó a deteriorarse se refugió en su laboratorio y en las clases que impartía en la Sorbona. Acosada por la fatiga y la enfermedad, se entregó a su labor científica. Su generosa vocación la llevó a no patentar sus descubrimientos por considerarlos patrimonio de la humanidad.
Pero Marie Curie no ha sido la única mujer que ha tenido que enfrentarse a todo tipo de obstáculos de carácter discriminatorio. La historia está repleta de ejemplos de mujeres que fueron clave en el avance de la ciencia y en la configuración del mundo tal y como lo conocemos. Aun así, su reconocimiento ha estado en la sombra durante años y, muchas aún, son anónimas.
Katalin Karikó, bioquímica. Parte de la comunidad científica la considera la “madre de la vacuna” contra el coronavirus.
Katalin Karikó, la “madre” de la vacuna contra la COVID-19
Saltando a nuestros días podemos hacer la comparativa con Katalin Karikó, la “madre” de la vacuna contra la COVID-19.
Katalin es hoy una de las científicas más influyentes del planeta. Sus descubrimientos han sido fundamentales para hacer posible las dos principales vacunas que están acabando con esta pandemia, pero sus comienzos tampoco fueron fáciles. Ahora parece increíble pero, durante toda una década de los noventa, nadie apoyó la idea de Karikó: hacer tratamientos y vacunas basadas en la molécula del ARN, exactamente la misma que usan Moderna y Pfizer BioNtech contra el coronavirus.
“Recibía una carta de rechazo tras otra de instituciones y compañías farmacéuticas cuando les pedía dinero para desarrollar esta idea”, explica esta bioquímica de 65 años.
Ella misma enseña en sus charlas una carta de la farmacéutica Merck & Co (MSD) rechazando su petición de 10.000 dólares para financiar su investigación. Ahora Moderna y BioNTech han recibido cientos de millones de euros de fondos públicos para desarrollar, en tiempo récord, sus vacunas de ARN mensajero.
Karikó se encontró con Drew Weissman, un científico recién llegado que venía del equipo de Anthony Fauci, una eminencia en VIH y que en la actualidad dirige el instituto público que ha desarrollado la vacuna junto a Moderna. Weissman quería la vacuna contra el virus del sida y acogió a Karikó en su laboratorio para que lo intentase con ARN mensajero.
Cuando ahora elogian su trabajo, Karikó declina los reconocimientos con una mezcla de humildad y orgullo. “En los últimos 40 años no he tenido ni una recompensa a mi trabajo, ni siquiera una palmadita en la espalda. No lo necesito. Sé lo que hago. Sé que esto era importante. Y soy demasiado mayor para cambiar”, comenta sonriendo. Cuando era una joven científica aún en su Hungría natal, su madre le decía que algún día ganaría el Nobel. “Yo le contestaba: ¡pero si ni siquiera puedo conseguir una beca! ¡Ni siquiera tengo un puesto fijo en la universidad!”.
Una cuestión de derechos humanos
Marie Curie luchó contra la discriminación de género para abrirse paso en un mundo donde las mujeres no podían ser científicas, ni ir a la universidad, ni expresarse libremente. Ochenta y siete años después de su fallecimiento tengamos presente la larga lucha de estas mujeres. Hagamos visibles a las que ahora están presentes en actividades, estudios y profesiones donde su presencia todavía es minoritaria y mantengamos viva la memoria de las que fueron pioneras en la consecución de derechos en todos los ámbitos de la vida, desde las primeras sufragistas que defendieron el derecho al voto, hasta las científicas. Ellas nos han abierto el camino a todas.