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© Thu Dung Nguyen by Pexels

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10 retos para que las niñas puedan ir a la escuela en todo el mundo

Por Lola Liceras Ruiz, activista por los derechos de las mujeres y niñas en Amnistía Internacional,

Aunque la educación es un derecho fundamental que los Estados tienen la obligación de asegurar y proteger, se estima que 78 millones de menores no van a la escuela, de los cuales más de 42 millones son niñas, debido a que las múltiples discriminaciones de género condicionan su acceso a la educación (datos ONU).

Con motivo del Día Internacional de la Niña, las organizaciones Amnistía Internacional, Entreculturas, Mundo Cooperante y Save the Children denunciamos diez barreras a las que se enfrentan las niñas diariamente para poder estudiar, retos que se deben abordar para que su porvenir no se rompa.

1. Acabar con la discriminación educativa por ser niñas

Una estudiante afgana toma apuntes durante una clase online en su casa de Kabul, Afganistán, 18 de marzo de 2023. © REUTERS/Sayed Hassib

En nuestra cultura, si cuando una mujer se casa no es buena en las tareas domésticas, la familia del marido se queja y se considera una vergüenza para la familia de la niña. Así que mi tía piensa que es más importante que aprenda a trabajar en el campo, limpiar y cocinar para no deshonrar a la familia cuando me case, en lugar de ir a clase... Yo quiero ir a la escuela y tengo mucha suerte de que mi madre me apoye en esto”.

Es el relato de una niña de 12 años que vive en Sudán del Sur.

Nakisa es otra chica que vive en Kabul y tenía 16 años cuando vio cómo los talibanes cerraban su escuela y mandaban a las alumnas a casa, aunque ellas se resistieron. Era el 23 de marzo de 2022, justo el mismo día que les habían prometido que se reanudaban las clases, cerradas desde el año anterior. Unos meses después los talibanes también prohibieron la educación superior. Ahora a las niñas y jóvenes afganas sólo les dejan la opción de vivir encerradas en sus casas. Afganistán es el único país del mundo donde las niñas a partir de los 12 años tienen prohibida la educación.

En Irán, las niñas a partir de los 7 años están obligadas a cubrirse el pelo con un velo. Desde la muerte de Masha Amini en septiembre de 2022 cuando la detuvo la “policía de la moral” acusada de llevar el velo mal puesto, han sido múltiples las manifestaciones contra el régimen autocrático bajo el lema “Mujer, Vida, Libertad”. También las niñas se han movilizado en las escuelas y no es casual que, coincidiendo con esta protesta, más de 13.000 niñas de un centenar de escuelas hayan tenido que ser hospitalizadas por dificultades respiratorias y otros signos de envenenamiento por ejercer su derecho a la protesta y a la educación.

Pero las desigualdades educativas también están en los países desarrollados porque la educación tiene sesgo de género. En los libros de texto apenas aparecen referencias de mujeres y menos en la ciencia. Que las niñas quieran ser médicas y no aeronáuticas no es espontáneo, y esta segregación educativa se traduce más tarde en segregación profesional.

2. Reconocer la diversidad en la escuela

“Es como si en nuestro país no nos quisieran”.

Farida, joven kuwaití de 15 años.

A la discriminación educativa por el mero hecho de ser niñas, se le suman otras discriminaciones que interseccionan con el género. El gobierno de Kuwait no permite que las niñas y niños bidun, considerados apátridas aunque hayan nacido en el país, vayan a la escuela pública y gratuita y obligan a sus familias a llevarlos a escuelas privadas de ínfima calidad.

En países como Malawi, a las niñas y niños con albinismo se les niega la educación, además de otros muchos derechos. En Guatemala, las niñas y jóvenes indígenas tienen un nivel más bajo de escolarización porque, en lugar de ir a la escuela, pasan su infancia ocupándose de tareas domésticas o trabajando. En Eslovaquia y República Checa se segrega en la escuela a las niñas y niños romaníes.

3. Derecho a la escuela para las niñas y niños con discapacidad

Las niñas y niños con discapacidad están en desventaja, desde el acceso a la escuela hasta a los libros que las familias les leen en casa, y no se los escucha y se los deja atrás, sobre todo en contextos de pobreza.

En el mundo hay casi 240 millones de niñas y niños con discapacidad que tienen un 47% más de probabilidades que el resto de no asistir a la escuela primaria (datos UNICEF). Además, tienen entre tres y cuatro veces más de probabilidades de sufrir violencia física y sexual. Su situación vulnerable se acentúa en las crisis humanitarias y en los conflictos armados.

4. Poner fin al matrimonio infantil y a los embarazos tempranos

Madres adolescentes amamantan a sus bebés dentro de un dormitorio de la escuela secundaria Serene Haven en Nyeri, Kenia 20 de enero de 2021. © REUTERS/Monicah Mwangi

"Me quedé embarazada y no me dejaron ir a la escuela. Fue injusto. No me dejaron tener un futuro".

Testimonio de una niña de Sierra Leona.

En Sierra Leona, el Gobierno, hasta el año 2020, prohibía a las menores embarazadas asistir a la escuela y presentarse a los exámenes. Todavía hoy se mantiene esta misma prohibición en Tanzania y Guinea Ecuatorial.

La probabilidad de que las niñas con nula o escasa educación se casen, es hasta seis veces mayor que en el caso de las niñas que terminan la educación secundaria.

Según informes de Amnistía Internacional, durante el COVID-19 aumentaron los casos de niñas que sufrieron abusos sexuales y embarazos no deseados. En Sudáfrica, más de 600 niñas de entre 9 y 10 años dieron a luz. En Mozambique, se quedaron embarazadas el 14% de las niñas menores de 15 años. En Zimbabue, casi 5.000 niñas de hasta 17 años quedaron embarazadas entre enero y febrero de 2021 y se produjeron 1.774 matrimonios de jóvenes menores de 18 años.

En Afganistán, los matrimonios precoces y forzados están aumentando bajo el régimen talibán debido a la crisis económica que sufren las familias, a la expulsión de las niñas del sistema educativo y al poder talibán que las obliga a casarse con ellos.

Cada día en Paraguay dos niñas menores de 14 años dejan de ser niñas para convertirse en madres. El país tiene la tasa de fecundidad de niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años más alta de Sudamérica. Muchos de estos embarazos son consecuencia de abusos sexuales y más del 80% tienen lugar en el entorno familiar.

5. Educación afectivo-sexual, salud e higiene menstrual en la escuela

Una tabla de madera utilizada para explicar la menstruación y la anatomía femenina se ve dentro de la oficina de asesoramiento de un centro de salud comunitario en la subdivisión de Bahadurganj, Bihar, India, 21 de marzo de 2023. © REUTERS/Anushree Fadnavis

"Yo estudiaba, es verdad. Pero cuando llegaba la menstruación era un obstáculo. Los profesores me mandaban a la pizarra y me daba miedo salir por si estaba manchada. Eso creaba problemas con los profesores… Tenía 15 años cuando me rendí”.

Chakupewa Kambaza, 21 años, República Democrática del Congo.

La educación sexual integral tiene un papel fundamental en la prevención y la detección temprana de casos de abusos sexuales y para reducir la maternidad no deseada. Hay que dotar a las niñas de aptitudes y conocimientos para que identifiquen las situaciones de violencia sexual y puedan tomar decisiones informadas sobre el consentimiento, los anticonceptivos o para prevenir infecciones de transmisión sexual.

Sin embargo, el derecho a la educación sexual integral y su abordaje en la escuela se vulnera en países como Perú, Paraguay, Polonia y varios estados de Estados Unidos, donde se prohíbe la educación sexual en los centros educativos.

La salud e higiene menstrual es también un asunto de salud pública. Pero el período menstrual que debería ser para las adolescentes únicamente el indicador de un adecuado desarrollo biológico, se convierte en un problema que impacta negativamente en su educación. Según datos de The Lancet Regional Health en países como Bangladesh, India, Indonesia, Japón o Nepal, entre un 11% y un 41% de las niñas pierden clase sistemáticamente durante su período. En Pakistán, un país en el que hasta un 59% de las niñas que inician secundaria acaban abandonando la escuela, porque la menstruación es un indicador que señala que están “listas para el matrimonio”.

6. No ser utilizadas como arma de guerra en los conflictos

Una niña mira a la cámara. © REUTERS/Luis Echeverria

“Continuamente oigo hablar de violencia y me da miedo. Tengo hijas y es realmente aterrador. Envié a las mayores a estudiar en una zona segura, pero me siguen preocupando”.

Tamara, madre preocupada por la violencia sexual y de género tras la invasión deUcrania.

La invasión de Ucrania por Rusia está teniendo efectos perjudiciales en la salud mental, física, sexual y reproductiva de las mujeres y niñas. Además, debido al traslado forzoso y las deportaciones de civiles desde las zonas ocupadas por Rusia, hay casos de niñas y niños separados de sus familias.

En las zonas de conflicto, las niñas tienen un 90% menos de probabilidad que los niños de tener acceso a la educación. En Nigeria, Boko Haram ha cometido ataques a escuelas, matrimonios forzados de niñas y mujeres jóvenes. En abril de 2014, secuestraron a 276 alumnas de enseñanza secundaria. Algunas escaparon del cautiverio y otras fueron liberadas, pero continúan produciéndose nuevos secuestros de niñas en las escuelas. Para estas niñas el estigma en su comunidad es para toda la vida: “Nos llaman esposas de Boko Haram y ni siquiera dejan que nuestros niños se mezclen con otros niños del pueblo”, dijo una de las chicas liberadas.

En Irak, entre 2014 y 2017, el autodenominado Estado Islámico raptó a niñas yazidíes, las esclavizó, violó, torturó y obligo a combatir. Muchas han sobrevivido pero la vuelta a casa no ha puesto fin a su sufrimiento, tienen graves problemas de salud física y mental y no reciben asistencia. Según un informe de Entreculturas, en Sudán del Sur las niñas dicen que viven con miedo a ser secuestradas, violadas o asesinadas y es en la escuela donde se sienten más protegidas.

El reclutamiento de niñas y niños soldados en muchos conflictos es una práctica habitual. Son menores de 18 años, secuestrados en la calle o mientras juegan o sacadas de las escuelas o de sus casas a punta de pistola en presencia de sus padres y madres. Se estima que alrededor del 40% son niñas que, además, son utilizadas como “objeto sexual”. El estigma social posterior a su maternidad forzada es permanente.

7. Las niñas refugiadas quieren ir a la escuela

Una niña sudanesa herida, que huyó del conflicto en Darfur, es fotografiada en el hospital de Médicos Sin Fronteras en Adre, Chad, el 23 de julio de 2023. © REUTERS/Zohra Bensemra

Hay que garantizar que los niños y los niñas refugiadas tengan acceso a la educación para que sus futuros no se pierdan”.

Malala Yousafzai, joven pakistaní Premio Nobel de la Paz que sufrió un atentado cuando iba a la escuela y tuvo que refugiarse en Reino Unido.

Casi la mitad de los más de 100 millones de personas desplazadas por la fuerza son niñas, niños y adolescentes que tienen que huir de sus países para escapar de la las guerras, la pobreza, la violencia y la persecución. En estas circunstancias, sólo la mitad de las niñas y niños refugiados va a la escuela y sólo una cuarta parte accede a la enseñanza secundaria.

En Myanmar existe una campaña de limpieza étnica contra la población musulmana rohinya y más de la mitad de esta población huye a Bangladesh. Pero aquí, a las niñas y niños rohinyas refugiados se les niega el derecho a la escuela.

La situación tampoco es mejor en Europa, donde algunas de las niñas y niños refugiados –son una de cada cuatro de las personas que piden asilo– llevan más de tres años sin ir a la escuela en países de acogida como Grecia o Serbia.

8. Salir del círculo de la pobreza

Me gustaría ir a la escuela, pero no hay dinero Para mí, la mejor ayuda sería ir a la escuela”.

Chica de 17 años que estuvo cautiva durante cuatro años por Boko Haram enNigeria.

En los países de ingresos bajos y medios, el 70% de las niñas y niños de 10 años no saben leer ni comprender un simple cuento. Una de cada tres niñas adolescentes de los hogares más pobres del mundo no ha ido nunca a la escuela; a las niñas y niños del 20% de los hogares más ricos se les asigna casi el doble de fondos para educación que a los del 20% de los hogares más pobres.

Miles de niñas en los países empobrecidos sufren la doble carga de la escuela y de las tareas domésticas, lo que las obliga a abandonar las clases temporal o definitivamente. Estas niñas deben tomar decisiones que no se corresponden con su edad pero que determinarán su futuro. Pueden anhelar ir a la escuela pero a su vez, su entorno social y económico las lleva también a pensar que aprender a leer y a escribir es una meta inalcanzable o que la educación no es para ellas, dadas las pocas oportunidades de autonomía y empleo que ven a su alrededor para las mujeres.

9. Frenar el cambio climático

A los niños y niñas hay que escucharnos y hay que enseñarnos a cuidar y proteger el medio ambiente y para eso hay que ver a los adultos haciendo lo que quieren que aprendamos porque se aprende viendo… Pero así como estamos destruyendo nuestro medio ambiente creo que no tendremos futuro…”.

Niña de 12 años, Burundi.

El cambio climático afecta a la economía de todos los países del mundo y en particular a los más empobrecidos. Las niñas y niños tienen toda una vida por delante, pero las privaciones derivadas del clima y la degradación ambiental tienen consecuencias negativas en su salud y condiciones de vida. En 2020 más de 800 millones de niñas y niños no podían lavarse las manos en la escuela por falta de instalaciones básicas.

Los fenómenos extremos relacionados con el clima están provocando cada año el cierre de escuelas o su destrucción para millones de niñas y niños. Cuando la infancia y sus familias deben desplazarse por los impactos climáticos, el riesgo de abandonar la escuela aumenta drásticamente. Incluso se ha demostrado que el aumento de la temperatura reduce los resultados educativos. Si se mantienen las tendencias actuales, en 2025 la emergencia climática contribuirá a que 12,5 millones de niñas cada año no completen su educación, según Save the Children.

10. Escuelas seguras y libres de violencia

Varias niñas charlan entre ellas tras asistir a una clase en la Academia de Habilidades para Aspirantes Necesitadas (SANA) en Peshawar, Pakistán, 9 de agosto de 2023. © REUTERS/Fayaz Aziz

“Yo no sé por qué me tocó a mí, pero igual que me tocó a mí sé que también le ha tocado a más gente de ese instituto. Y ahora lo cuento para que nadie más tenga que pasar por lo que yo he pasado”.

Eme, chica que sufrió acoso escolar cuatro años en su nuevo colegio en España.

Las escuelas son lugares donde niñas y niños deben aprender y crecer. Sin embargo, muchas niñas de todo el mundo van a la escuela temiendo por su seguridad. Son agredidas por el camino, soportan las burlas e insultos de sus compañeros, son humilladas con rumores difamatorios que circulan por teléfonos móviles o Internet. Algunas sufren amenazas de agresión sexual de otros estudiantes o escuchan cómo profesores les ofrecen calificaciones más altas a cambio de favores sexuales. El acoso cibernético está aumentando y los acosadores pueden actuar en el anonimato y sin miedo a ser identificados ni castigados.

Con demasiada frecuencia las autoridades escolares responden a la violencia en las escuelas con la inacción.Cuando una niña denuncia un incidente de violencia, especialmente de violencia sexual, a menudo se juzga su comportamiento, más que el del agresor.Como resultado, innumerables niñas no llegan a ir a la escuela, abandonan sus estudios o no participan plenamente en las actividades escolares.

Amnistía Internacional, Save the Children, Entreculturas y Mundo Cooperante exigimos a los gobiernos y organismos internacionales que pasen de los compromisos a la acción.

Este año 2023 estamos en la mitad del periodo temporal fijado para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, un plan de 17 objetivos –el cuarto es la educación– acordados por los 193 Estados miembro de las Naciones Unidas en 2015 para que el mundo sea mejor en 2030. Pero se constata que a este ritmo se está lejos de alcanzarlos.

Si las niñas de las que hemos dado testimonio, y los millones de niñas como ellas en todo el mundo, alcanzaran en 2030 los retos señalados aquí: si fueran a la escuela y la sintieran inclusiva y segura, si pudieran ser niñas y no madres obligadas, no ser casadas en un negocio, ni sufrieran violencia sexual, si lograran salir del círculo de la pobreza, si consiguieran ser mujeres autónomas y tomar decisiones con plena independencia, entonces podríamos decir que los objetivos de la Agenda 2030 se habrían cumplido.