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Beatriz Durán, psicóloga.

Beatriz Durán, psicóloga especialista que ayuda a entidades en la prevención e intervención en materia de violencia de género, bullying y ciberacoso. © Beatriz Durán

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Beatriz Durán: Claves para vencer el bullying

Por Mireya Cidón (@mnodic), Amnistía Internacional,

En el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela, incluido el Ciberacoso hablamos con Beatriz Durán, psicóloga especialista que ayuda a entidades en la prevención e intervención en materia de violencia de género, bullying y ciberacoso.

Beatriz, ¿por qué se produce el bullying?

El bullying o el acoso escolar es una conducta repetitiva e intencional por la que una persona intenta intimidar, someter, amedrentar y/o atemorizar emocional o físicamente a otra, ya sea dentro o fuera del aula.

Si buscamos una definición más precisa, el bullying se produce cuando se dan las siguientes premisas: que exista un desequilibrio de poder entre la persona acosadora y la víctima (a través de la fuerza o de su capacidad para excluirla socialmente del grupo); que el acoso sea habitual y reiterado, es decir, que haya una continuidad en el tiempo; y que haya una intención de hacer daño para perpetuar ese desequilibrio de poder.

El punto que genera mayor discusión es el segundo porque a veces una única agresión puede dejar suficientes secuelas como para catalogarla de acoso. También es importante diferenciar entre algo puntual y algo repetitivo. Una discusión, un encontronazo, una pelea puntual que se produce solo en un momento dado y que no va más allá, puede ser algo impulsivo, algo que está mal, pero no acoso. El abuso se produce cuando las humillaciones y las agresiones se ejercen de forma reiterativa.

Patio de un instituto con chavales durante el recreo

El acoso escolar es una conducta repetitiva e intencional. © Paco Ruano

¿Qué indicios nos hace sospechar que hay acoso escolar?

Todas las personas del entorno (principalmente padres/madres y profesorado) deben estar atentas ante posibles cambios de comportamiento en sus hijos/as o alumnado. Estos cambios pueden ser muy evidentes o muy sutiles.

Los adolescentes no suelen verbalizar lo que les sucede por muchos motivos: falta de confianza en las personas de su entorno, falta de confianza en sí mismos, sentimiento de culpa o vergüenza, carencia de herramientas para la gestión emocional… Por ello, debemos estar vigilantes. Por ejemplo, si notamos que empiezan a tener trastornos del sueño, pérdida de apetito, falta de concentración, tristeza, irritabilidad, nerviosismo… Si en el colegio o instituto empiezan a aislarse socialmente, dejan de tener amigos/as y prefieren estar solos en el recreo. Las notas académicas también pueden ser una alarma, pero no siempre porque algunas personas se refugian en el estudio y ello hace que no baje su rendimiento escolar. 

¿Cuál es el perfil de la persona que acosa?

No hay un perfil tipo, lo que hay son factores de riesgo que pueden predisponer a alguien como, por ejemplo, vivir en una familia disfuncional que no provea a sus hijos e hijas de los elementos necesarios para crecer física y emocionalmente sanos. 

Por lo general, los acosadores suelen tener relaciones muy negativas con las personas adultas de su entorno. No se sienten arropados ni comprendidos por ellos y se sienten muy solos/as. Ello hace que tengan muchas dificultades para relacionarse con el mundo y que apliquen la violencia y la intimidación de manera habitual. Actúan de una forma abusiva para sentirse superiores y continúan haciéndolo cuando se sienten arropados por el grupo. Son personas con baja autoestima que necesitan dominar la situación para sentirse mejor. Por lo general, no saben lo que es el respeto y el amor porque nadie se lo ha dado.

Otro de los factores que predisponen es la falta de empatía. Las personas que acosan tienen poca capacidad de ponerse en la piel de la víctima. No comprenden ni sienten la humillación y el dolor que les infligen. Son personas impulsivas que rellenan sus vacíos con violencia. No aceptan un no como respuesta y no saben lidiar con la frustración. En el fondo creen que al aplicar la violencia (física o psicológica) lograrán que la víctima se someta. Si es necesario recurrirán a la manipulación y al engaño. Lo ven como una manera efectiva de resolver un conflicto y de lograr lo que desean.

Chavales disfrutando del recreo en el patio del instituto

Las personas que acosan tienen muchas dificultades para relacionarse con el mundo y que apliquen la violencia y la intimidación de manera habitual. © Paco Ruano

¿Y la víctima?

Cualquiera de nosotros podría ser una víctima de acoso. Suele serlo quien se sale de la norma, quien es diferente, incluso cuando esta diferencia es absurda o está normalizada. Imagínate un chico/a que solo tenga un padre o una madre. O alguien alto, bajo, con sobrepeso, delgado, estudioso, pelirrojo… Si además es una persona con pocas habilidades comunicativas, con una baja autoestima, insegura… se convierte en la diana perfecta para un acosador tipo. 

¿Cuántas clases de acoso hay?

En un primer lugar siempre se produce el acoso psicológico y de aquí se pasa al social para aislar a la víctima y evitar que pueda pedir ayudar. Si es necesario, el agresor inventará mentiras y promoverá engaños. Todo con el fin de aislarla. En tercer lugar está el acoso físico, que es la forma más extrema y que no tiene por qué llegar a darse. Pero las dos primeras, sí, y casi siempre van de la mano.

Las redes sociales han dado lugar al ciberbullying. ¿Cómo le afecta a un/a menor que pueda ser víctima de acoso las 24 horas del día?

Normalmente todos los adolescentes tienen su hogar, su habitación, su espacio seguro… Un lugar propio donde refugiarse y encontrar su intimidad. El problema de las redes y de los móviles es que personas de fuera pueden contactar contigo e intimidarte en cualquier momento, estés donde estés, incluso si estás en tu casa o en tu habitación. Las redes hacen que la persona acosada no pueda descansar y que la bola no pare de girar. Es una sensación de ahogo constante porque no puede respirar ni físicamente ni virtualmente. 

Lo que me gusta recordar cuando hablo de ciberbullying es que compartir memes o fotos o vídeos de otra persona es un delito porque muchos chicos y chicas no lo saben. Creen que compartir no les hace responsables porque no han creado el contenido, pero se equivocan. Lo que tienen que hacer es denunciar ese contenido y evitar que se propague.

Chicos y chicas jóvenes esperando para entrar en clase

Las redes hacen que la persona acosada no pueda descansar y que la bola no pare de girar. © Paco Ruano

¿Cómo se consigue que un menor que está siendo acosado lo cuente?

Hay una falta de espacios de comunicación tranquilos tanto en las familias como en los colegios y cuesta que los menores hablen. Muchas veces llegamos a casa y lo primero que hacemos es poner la tele. Eso no facilita el diálogo.

Las personas que sufren acoso se sienten humilladas y les da vergüenza reconocer esa forma de violencia que están ejerciendo sobre ellas. Se sienten menospreciadas y que no son lo suficientemente buenas para ser aceptadas por el resto. Esa baja autoestima les hace pensar que su voz no sirve para nada y deciden no hablar de ello. Suelen tener mucho miedo a ser juzgadas porque sienten que van a defraudar a sus familiares o a su entorno. También hay muchos padres y madres que se sienten culpables por no haberlo visto y eso tampoco es justo. La única persona responsable de ejercer la violencia es quien la ejerce.

¿El mejor consejo que se le puede dar a un/a menor víctima de bullying es que pida ayuda?

Sin duda, que pida ayuda y que lo haga cuando esté preparado o preparada para ello. Y no hay una única manera de hacerlo ni una única persona a la que dirigirse. Las redes sociales también están a su disposición para pedir ayuda. El whatsapp, por ejemplo, funciona muy bien, y a mí me han llegado peticiones a través de mi instagram. Los jóvenes también se mueven mucho en Tik Tok…

En definitiva, tienen que verbalizarlo y hablar con alguien de confianza a través del teléfono, whatsapp, en persona… Que se lo digan a un familiar, a un amigo, profesora, un monitor de extraescolar, al conductor del autobús, a su vecina en el ascensor… a cualquier persona que les inspire confianza. Que no se lo guarden. Que si lo cuentan podrán buscar soluciones porque la vida va mucho más allá del infierno que están viviendo en el presente. Y mejorará. La vida siempre puede volver a ser bonita. 

¿Y si resulta que lo cuentan y no reciben el apoyo que necesitan?

Lo normal es que esto no ocurra pero si ocurriera, que no duden de sí mismos y de lo que están sufriendo y que se lo cuenten a otra persona más preparada como comprender el bullying y sus consecuencias. Es cierto que no todo el mundo está preparado para escuchar lo que una víctima de acoso tiene que decir, pero no pueden dudar de su verdad. Tienen que llamar a otra puerta y verbalizarlo. La razón está de su parte y siempre, siempre encontrarán a esa persona que les pueda ayudar. A las personas adultas nos corresponde escucharlos, arroparlos y no juzgarlos. Debemos ser un equipo.

A las personas adultas nos corresponde escuchar, arropar y no juzgar a las víctimas de acoso. © Paco Ruano

¿Crees que falta formación entre los y las profesionales?

Sí, los docentes no reciben formación universitaria sobre acoso escolar. No hay nada curricular obligatorio que les haga formarse para saber intervenir en casos de bullying. Todos son másters o postgrados. Y esto es muy grave. Es cierto que hay personas muy preparadas en temas de violencia escolar, pero lo están por iniciativa propia. 

Con respecto a mi gremio también es importante la especialización, es decir, una formación en condiciones. El bullying es algo demasiado complejo como para abordarlo con una formación básica. Debe haber profesionales especializados.

¿Cómo se vence al bullying?

Estando vigilantes, estando formados, siendo receptivos, empáticos y dando a los menores herramientas emocionales. Tratando este problema en las aulas, dando charlas, sensibilizando sobre el tema, abriendo espacios de acogida. Hablando de respeto y de diálogo, combatiendo la violencia. Facilitando también el camino a los jóvenes para que puedan denunciar lo que están viviendo a través de mecanismos que ellos se sientan cómodos utilizando: las redes sociales, el whatsapp… Y permitir que se sientan escuchados, seguros y protegidos. Formando al profesorado y ayudando también a padres y madres a reconocer cuándo sus hijos e hijas sufren acoso para que una vez detectado sepan cómo actuar. 

Tenemos una ciberacción abierta que llama “Pupitres libres de acoso”. En ella pedimos a la gente que firme para acabar con el acoso escolar. ¿Nos ayudas con tu firma?

Por supuesto. E invito a todas las personas a firmarla y a unirse también. Queremos pupitres libres de acoso escolar.