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Una estatua de Eleanor Roosevelt en el Mall de Washington. © AP Photo/Brian Diggs

Una estatua de Eleanor Roosevelt en el Mall de Washington. © AP Photo/Brian Diggs

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Eleanor Roosevelt: La primera dama del mundo y la Carta Magna de la Humanidad

Por Juan Ignacio Cortés (@JuanICortes), colaborador de Amnistía Internacional.,

Eleanor Roosevelt tuvo una vida apasionante. Fue primera dama de los Estados Unidos entre 1933 y 1945. Se convirtió en delegada de su país ante las recién creadas Naciones Unidas tras la muerte de su marido Franklin Delano Roosevelt y jugó un papel fundamental en la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Su aprobación el 10 de diciembre de 1948 la convirtió, en palabras del presidente estadounidense Harry Truman, en "la primera dama del mundo".

Anna Eleanor Roosevelt tuvo una vida plena, apasionante... y dura. Su trayectoria vital encarna perfectamente el compromiso que ella expresó en una de sus frases más conocidas: "no basta con hablar de paz; hay que creer en ella. Y no basta con creer; hay que trabajar para conseguirla".

Eleanor nació el 11 de octubre de 1884 en el seno de una familia rica, influyente (su tío, Theodore Roosevelt, fue presidente de los Estados Unidos entre 1901 y 1909) y, según describen algunas biografías, afectada por "una tristeza poco común".

Su infancia está marcada por la muerte. A los diez años ha perdido a su madre y a uno de sus dos hermanos a causa de la difteria, y a su padre a causa de la depresión y el alcoholismo. Ella misma experimentará toda su vida una tendencia a la tristeza que superará gracias a su constante activismo en pro de los derechos humanos y la paz.

La estancia entre los 15 y los 18 años en un prestigiosa academia londinense (Allenswood) y la influencia que sobre ella ejerce su tutora, la educadora feminista francesa Marie Souvestre, transforma una adolescente insegura en una mujer, fuerte, independiente y defensora de las ideas de igualdad social, racial y de género.

Eleanor Roosevelt sosteniendo un pliego de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

Eleanor Roosevelt sostiendo la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Foto ONU

Un matrimonio fallido en lo privado y exitoso en lo público

Esa fuerza de carácter le permite lidiar con un matrimonio complicado desde sus inicios: Sara, la madre de un primo lejano de quien se ha enamorado -Franklin Delano Roosevelt, o FDR, como sería popularmente conocido cuando alcanzase la presidencia de los Estados Unidos- se opone al compromiso de la pareja durante varios años. Pese a ello, Eleanor y Franklin se casan en 1905.

El matrimonio, que tuvo seis hijos (uno de los cuales murió al poco de nacer) y una variada historia de infidelidades por ambas partes, no fue feliz en lo personal, pero se convirtió en una asociación política de gran eficacia.

Franklin escala rápidamente posiciones en el partido demócrata (en 1910 es elegido senador y en 1920 candidato a vicepresidente), pese a proceder de una familia republicana. Eleanor es muy activa en el partido y en organizaciones feministas como la Liga de Sindicatos Femeninos y la Liga de Mujeres Votantes. Además, empieza a publicar columnas de opinión en distintos medios de comunicación.

El papel de Eleanor crece enormemente cuando en 1921 Franklin enferma de polio -ese fue el diagnóstico, aunque los estudiosos de su vida han llegado a la conclusión que podría haber sido más bien síndrome de Guillain-Barre- y las secuelas de la enfermedad le confinan a una silla de ruedas.

Además de cuidar celosamente de su marido, Eleanor le convence para que no se retire de la política y forma con él un tándem tan criticado y ridiculizado como eficiente, supliéndole en intervenciones públicas, incluidas ruedas de prensa.

Su fe en el futuro de su marido se ve recompensada y, en 1929, FDR es elegido gobernador de Nueva York. Cuatro años después, en marzo de 1933, en plena Gran Depresión, se convierte en el 32 presidente de los Estados Unidos.

Durante cuatro mandatos consecutivos (es el único presidente estadounidense que ha servido más de dos), tan solo interrumpidos por su muerte en abril de 1945, Franklin Delano se transforma en uno de los presidentes más importantes de la historia de los Estados Unidos.

Inspirado por las ideas del economista británico John Maynard Keynes, lanza un gigantesco programa de inversiones y ayudas sociales, el New Deal (Nuevo Pacto), que saca a su país de la mayor crisis económica de la historia hasta la caída de Lehman Brothers en 2008.

Además, lidera el esfuerzo bélico de su país en la Segunda Guerra Mundial y, junto con el primer ministro británico Winston Churchill y el líder soviético Iósif Stalin, diseña en las conferencias de Teherán y Yalta, el orden internacional posterior a la guerra.

Eleanor Roosevelt saluda a la multitud en el Sports Arena de Los Ángeles

Eleanor Roosevelt saluda a la multitud en el Sports Arena de Los Ángeles mientras es presentada por el presidente Leroy Collins como "la primera dama del mundo". © Foto AP

Durante ese tiempo, Eleanor se transforma en un agente político de primer orden, trascendiendo el papel ornamental reservado a las primeras damas. Llega a cuestionar algunas de las decisiones de la Administración de su marido y, así, logra ampliar el alcance del New Deal. Con Estados Unidos inmerso plenamente en el conflicto mundial, realiza numerosos viajes a los escenarios de la guerra.

Su papel público en favor de políticas progresistas fue tan notorio que se convirtió en una obsesión para Edgar J. Hoover, fundador del FBI, y notorio conservador anticomunista.

Las Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos

A la muerte de su marido, Eleanor parece convertirse en un jarrón precioso difícil de encontrarle un sitio adecuado en casa. Se especula con una posible candidatura al senado e, incluso, a la vicepresidencia, pero al final el presidente Harry Truman la nombra miembro de la delegación estadounidense ante la recién creada Organización de las Naciones Unidas.

Única mujer de la delegación, Eleanor Roosevelt cuenta en su autobiografía cómo sus compañeros la ninguneaban, pero la situación cambia a partir de 1947, cuando la Asamblea General de la ONU decide preparar una declaración de derechos humanos que sintetice las alusiones a dichos derechos recogidas en su carta fundacional.

Eleanor Roosevelt y Charles Malik en rueda de prensa

Eleanor Roosevelt, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, durante la rueda de prensa posterior a la finalización de la Declaración de los Derechos Humanos. © Foto ONU

Eleanor Roosevelt se convierte en la presidente de la Comisión de Derechos Humanos, compuesta por 18 miembros de distintos contextos políticos, culturales y religiosos, y del comité de ocho personas que prepara la redacción del texto.

Comienzan dos años de trabajo intenso en los que el papel de Eleanor Roosevelt y de otras mujeres presentes en la Comisión de Derechos Humanos es fundamental para aunar voluntades y garantizar un texto que realmente aspirase a la universalidad y, como elemento clave de la misma, a la igualdad de género.

La política y diplomática india Hansa Mehta consigue sustituir la frase inicial del artículo 1 de la Declaración "todos los hombres nacen libres e iguales" por "todos los seres humanos..." . Por su parte, la diplomática dominicana Minerva Bernardino consigue que "la igualdad de derechos entre hombres y mujeres" se reconozca en el preámbulo del texto.

En un mundo de nuevo dividido en dos bloques -el capitalista y el comunista- tras la Segunda Guerra Mundial, Eleanor Roosevelt tiene que hacer numerosos equilibrios para consensuar el texto. Finalmente, en septiembre de 1948, la Comisión de Derechos Humanos presenta un primer borrador a la Asamblea General.

El texto definitivo, tras recoger observaciones formuladas por 50 de los 58 Estados Miembros de la ONU en ese momento, es aprobado el 10 de diciembre de 1948 en la tercera Asamblea General de las Naciones Unidas reunida en París por 48 votos a favor, ocho abstenciones (los países del bloque comunista y Arabia Saudí) y dos ausencias (Honduras y Yemen).

En su discurso de presentación del texto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos a la Asamblea General, una emocionada Eleanor Roosevelt, proclama: "Nos encontramos en el umbral de un gran acontecimiento (...) Esta Declaración Universal de Derechos Humanos bien puede llegar a ser la Carta Magna de la Humanidad".

Es consciente, sin embargo, de que la Declaración no es un punto de llegada, sino una casilla de salida: "Tenemos mucho que hacer para lograr plenamente y asegurar los derechos enunciados en esta Declaración. Pero una vez aprobada, se habrá dado un gran un paso adelante".

Eleanor Roosevelt recoge en sus palabras el sentir de muchas personas que aspiraban a un mundo sin guerra y con progreso y armonía social tras las atrocidades vividas en las dos guerras mundiales, incluyendo el horror de los campos de concentración y exterminio nazi.

Así lo siente también el entonces presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, el australiano Herbert V. Evatt: "Millones de personas recurrirán a este documento en busca de ayuda, guía e inspiración. Este es el primer paso de un proceso evolutivo".

Eleanor Roosevelt testificando a favor de trabajadores migrantes

Eleanor Roosevelt, directora adjunta de Defensa Civil, testificando en Washington D.C. el 14 de enero de 1942 ante el Comité Especial de la Cámara de Representantes que estudiaba los problemas de los trabajadores migrantes en relación con el programa de defensa. © Foto AP

Queda mucho camino por recorrer para hacer realidad los derechos humanos proclamados en la Declaración Universal. Pero, para Eleanor Roosevelt, la dirección estaba clara: "el cambio verdadero que permitirá a toda la gente disfrutar de sus derechos humanos debe producirse en el corazón de las personas".

Ella se pregunta: "¿Dónde, después de todo, comienzan los Derechos Humanos? En lugares pequeños, cercanos a casa. Tan cercanos y tan pequeños que no pueden localizarse en ningún mapamundi: el entorno de cada persona, el barrio en el que vive, la escuela o universidad a la que asiste; la granja, la fábrica o la oficina en la que trabaja".

"Esos -continuaba- son los lugares en los que todo hombre, mujer y niño busca igual justicia, igual oportunidad, igual dignidad, sin discriminaciones. Si estos derechos no significan nada allí, no significan nada en ningún sitio. Sin una acción ciudadana concertada para hacer valer estos derechos cerca de casa, en vano buscamos el progreso a mayor escala".

Quedan pocas dudas. El camino de los derechos humanos es largo, pero la dirección y el equipaje que necesitamos para recorrerlo están bien claro desde que hace más de 70 años, Eleanor Roosevelt, la "primera dama del mundo", nos los indicó.