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autorretrato de Francisco Vera ©privada

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Francisco Vera: La conciencia ambiental no tiene edad

Tiene 13 años y es activista medioambiental desde los nueve cuando empezó a tomar conciencia sobre la situación de la Amazonía. En Villeta, Colombia, fundó el movimiento Guardianes por la vida: niños, niñas y jóvenes que promueven la conciencia ambiental. Francisco Javier Vera Manzanares es asesor infantil del Comité de Derechos del Niño de la ONU y en 2019 se convirtió en el primer niño en dirigirse al Congreso de Colombia para pedir que se hagan políticas a favor de la vida.

-¿Qué papel tienen los niños, niñas y jóvenes para frenar el cambio climático?

Un papel muy importante porque somos el futuro y el presente. Vamos a ser los principales afectados y también los que tendremos que cambiar la situación sí o sí.

-¿Cómo afecta a este colectivo el cambio climático?

Afecta a derechos específicos como a la vivienda, la educación o el acceso a un saneamiento y agua básicos. Además, no vemos un futuro tan esperanzador como quisiéramos o como debería ser.

Francisco Vera Manzanares es activista ambiental y embajador de la Buena Voluntad por la Unión Europea en Colombia © César Rangel

-¿Cómo surge la idea de crear Guardianes por la vida?

Para alzar nuestras voces, reivindicar la situación ambiental y que se nos escuchara como niños. Ir al Congreso colombiano fue un punto de inflexión que hizo que muchos más jóvenes, niños y niñas se unieran al movimiento. Hoy somos más de 700.

-¿Qué actividades realizáis?

Actividades de educación ambiental. Tenemos una red de escuelas, una escuela de formación climática, justicia ciudadana y ambiental, y también un semillero virtual, que nació con la pandemia, con charlas con científicos, expertos en derechos humanos o con la presidenta de la Corte Constitucional colombiana que nos habló sobre cómo utilizar las herramientas jurídicas que tenemos para poder defender o denunciar una situación de injusticia ambiental en un territorio específico. A raíz de estas charlas, cada niño proponía un proyecto para hacer en su entorno como reciclar el aceite de cocina, tapones, pilas, hacer un huerto en casa, etc.

-¿Qué se trabaja en la escuela de formación climática, justicia ciudadana y ambiental?

Buscamos plantear esos tres ejes y a partir de ahí tratar temas como la Agenda 2030, los ODS, el derecho a un ambiente digno, sano y limpio, etc. En otras sesiones se cartografía el terreno, es decir, se identifica cómo es nuestro territorio, para identificar problemas y ver soluciones. Por ejemplo, se observó que había un problema de tirar muchos residuos y un grupo fue a la radio local para hablar de cómo separarlos. Son cosas sencillas que influyen en cosas tan grandes como los derechos.

-Hablas siempre de la ecoesperanza. ¿Qué es?

La Declaración de la Ecoesperanza es otro de nuestros proyectos, al que pertenecen niños de muchos más países. Surgió con la COP 27 porque estos espacios de suma relevancia no cuentan con la representación de los niños y niñas y nuestras voces deben estar más integradas en las negociaciones climáticas a nivel global. El año pasado yo pude intervenir en la negociación sobre balance global y fue algo histórico porque está establecido que los menores de 18 años no pueden participar o dar una opinión. Por ello, nos establecimos exigiendo y proponiendo una serie de propuestas y de peticiones como por ejemplo, educación climática, tener en cuenta cómo el cambio climático vulnera nuestros derechos o políticas reales para acelerar los esfuerzos en la transición energética; y además, que esas propuestas puedan llegar a instancias locales, regionales, nacionales y que sean leyes que obliguen a los Estados a cumplirlos o un tratado vinculante que precisamente haga que esta serie de peticiones se duerma en una realidad.

-Muchos de los compromisos en foros como la COP 27 en la que participaste se quedan en papel mojado por parte de los gobiernos. ¿Por qué?

Hay objetivos que están muy lejos de la realidad, porque como siempre en los estados, cuando hablan del medio ambiente, tienen unas miras finalmente económicas. El objetivo, por ejemplo, de mantener la temperatura por debajo de los 1,5 grados se está alejando cada vez más. Esos objetivos se ven anulados por unos intereses y situaciones económicas de los Estados, aunque no se puede generalizar. También hay que tener en cuenta que las grandes potencias mundiales deben asumir esa responsabilidad ambiental.

Francisco Vera en Glasgow ©pamela_ea

-¿Cuáles son las prioridades a trabajar?

Son claves la prevención, la mitigación y la recuperación de los efectos del cambio climático.

-¿Es difícil llegar a la población y trasladar una conciencia medioambiental?

Sí, tal vez muchas personas están más preocupadas por el día a día, y no tanto en el tema de la justicia climática y social, pero creo que poco a poco se logrará.

-¿Qué podemos hacer en nuestro día a día para poner nuestro grano de arena?

En el día a día es muy importante, por ejemplo, reciclar, utilizar medios de transporte más amigables con el medio ambiente, utilizar la bicicleta, reducir nuestro consumo de plásticos, etc. Pero lo más importante es alzar nuestra voz, organizarnos porque estos cambios no se logran de manera individual, son cambios colectivos que hemos de hacer todos.

-¿Qué mensaje dirías para animar a niños, niñas y  jóvenes a que se sumen a ser activista medioambiental?

Un mensaje de urgencia. Tenemos un futuro muy difícil y no podemos quitarnos esa responsabilidad que tenemos. Hay que asumirla concompromiso y solidaridad.

-¿Qué retos tienes como activista medioambiental?

Todos los retos que comentábamos, también llegar a la ciudadanía, teniendo en cuenta que hay contextos de lugares como Colombia que ponen en riesgo la situación de seguridad de los activistas ambientales, así que hay muchas cosas que realmente son un reto dentro de esa labor de activismo ambiental.