El nuevo informe de Amnistía Internacional “Es como si fuéramos seres infrahumanos”: El genocidio de Israel contra la población palestina de Gaza" no habría sido posible sin el trabajo y la entrega de todo un equipo de profesionales que han hecho posible esta investigación, enfrentándose en muchos casos a duras situaciones personales y familiares. Queremos trasladar nuestro más sincero agradecimiento, admiración y solidaridad a todas aquellas personas que han sacado adelante este trabajo en un contexto terriblemente complicado, así como a todo el personal humanitario que se juega la vida, cuando no directamente la pierde, por llevar un mínimo de dignidad y humanidad a la población palestina.
No hay otra forma de decirlo: Israel ha cometido y está cometiendo genocidio contra la población palestina de Gaza después de los terribles atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023 mediante sus políticas, sus acciones y sus omisiones.
Así lo reconoce el nuevo informe de Amnistía Internacional, centrado en tres de los cinco actos prohibidos por la Convención sobre el Genocidio: matanza de miembros del grupo, lesión grave a su integridad física o mental, y sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial. Estos actos se han cometido con la intención específica de destruir a la población palestina de Gaza.
Este es el resultado de un año de investigación en un contexto imposible, con las infinitas dificultades y riesgos personales y familiares que conlleva para recabar, analizar, contrastar, y documentar las diferentes pruebas, incluyendo investigaciones sobre el terreno, que permitan demostrar el patrón de ataques ilegítimos y la intención genocida de Israel, calculada y deliberada.
Ruinas tras una ataque israelí. © Omar Ashtawy/apaimages/SIPA/2411291401
Clave 1: ¿De qué hablamos cuando hablamos de genocidio?
Lo que se entiende por genocidio se encuentra codificado internacionalmente en dos textos fundamentales: la Convención sobre el Genocidio y el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI). Ambos coinciden en definir el genocidio como una serie de actos cometidos “con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”. Esos actos son un total de cinco, de los que Amnistía Internacional ha documentado que Israel está cometiendo los tres primeros:
- Matanza de miembros del grupo.
- Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo.
- Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial.
- Medidas destinadas a impedir nacimiento en el seno del grupo.
- Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.
El Estatuto de Roma de la CPI tipifica como crímenes internacionales “los crímenes más graves de trascendencia para la comunidad internacional en su conjunto”. Es decir, los crímenes más graves que se pueden cometer. Tan graves que afectan a toda la comunidad internacional, independientemente de dónde y contra quién se cometan. Son cuatro crímenes: el crimen de genocidio, los crímenes de lesa humanidad, los crímenes de guerra y el crimen de agresión.
El crimen de agresión tiene lugar cuando las autoridades de un Estado atentan contra la integridad, la independencia o la soberanía de otro Estado. Es lo que sucede, por ejemplo, en Ucrania. Al no estar internacionalmente reconocido el Estado de Palestina, el crimen de agresión no puede cometerse hoy por hoy contra la población palestina.
“Amnistía Internacional ha documentado cómo Israel ha cometido crímenes de guerra, el crimen de lesa humanidad y, ahora, el crimen de genocidio contra el pueblo palestino. Ello significa que Israel ha cometido y está cometiendo todos los crímenes internacionales más graves que hoy por hoy pueden cometerse contra la población palestina.”
Eso deja al descubierto una verdad terrible. Amnistía Internacional, con el paso de los años, ha documentado cómo Israel ha cometido crímenes de guerra, el crimen de lesa humanidad y, ahora, el crimen de genocidio contra el pueblo palestino. Ello significa que Israel ha cometido y está cometiendo todos los crímenes internacionales más graves que hoy por hoy pueden cometerse contra la población palestina.
Un soldado israelí gesticula hacia una ambulancia de la Media Luna Roja Palestina a la entrada de un campo de personas refugiadas durante una operación militar. © Marco Longari/AFP vía Getty Images
Clave 2. No es una cuestión de parcialidad
Son muchas las fuentes y voces que acusan a Amnistía Internacional de parcialidad. De que solo señalamos a Israel. Desde el mismo 7 de octubre, y desde mucho tiempo antes, Amnistía Internacional ha documentado cómo Hamás y otros grupos armados han cometido numerosos crímenes de guerra por los que deben rendir cuentas ante la justicia internacional.
Del mismo modo, muchos medios y autoridades acusan a quienes denunciamos los abusos de Israel de antisemitismo o de ser “anti-Israel”. Como organización de derechos humanos, la función de Amnistía Internacional es investigar vulneraciones del derecho internacional cometidas por gobiernos de todo el planeta, exponerlas al mundo y hacer campaña para que se ponga fin a tales violaciones, independientemente de quién y dónde se cometan.
Las voces que acusan a Amnistía Internacional y otras organizaciones e instituciones de antisemitismo o de ser “anti-Israel” parecen obviar que existe todo un corpus cada vez mayor de investigaciones y análisis jurídicos de especialistas, juristas, instituciones y organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo que concluyen que Israel está cometiendo el crimen de genocidio en Gaza. Que concluyen que Israel está cometiendo el crimen de apartheid. Que concluyen que tanto el bloqueo de Gaza como la ocupación militar de Cisjordania son ilegales. Que concluyen que Israel lleva décadas oprimiendo a la población palestina.
Muchas de esas organizaciones que denuncian los crímenes de Israel son judías. Muchas de esas voces son originarias de Israel. ¿Son igualmente antisemitas?
No puede ser que Israel lleve décadas cometiendo crímenes internacionales de diferente tipo contra la población palestina, que haya hecho caso omiso de numerosísimas resoluciones obligatorias del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que haya vulnerado sistemáticamente el derecho internacional (siendo plenamente consciente de ello), que recientemente haya ignorado deliberadamente órdenes dictadas por la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que haya llevado a cabo ataques indiscriminados contra la población palestina de Gaza, que la esté constantemente privando de suministros que pueden salvar vidas, que obstruya la distribución de ayuda humanitaria, que la escala de devastación en Gaza no tenga precedentes, que hayan muerto 44.000 personas palestinas en solo un año en Gaza, la mayoría mujeres, niñas y niños, y que Israel no tenga ningún tipo de responsabilidad.
Y no solo eso, sino que además Israel se sienta una víctima de un orden jurídico internacional que supuestamente conspira en su contra. Que cualquier crítica y denuncia de sus abusos sea un ejercicio de antisemitismo y de odio contra el pueblo judío, y que Israel no sea en ningún caso responsable del devenir de los acontecimientos en la región desde 1948. ¿Cómo podría afirmarse tal cosa después de escuchar a autoridades israelíes hablar de las personas palestinas como si fuesen “animales humanos”? ¿Cuándo autoridades del Ministerio de Defensa israelí alegan que la población de Gaza tendrá “el infierno”?
“Israel ha impuesto un bloqueo total a Gaza. No tendréis electricidad ni agua, sólo destrucción. Queréis el infierno: tendréis el infierno.” Ghassan Alian, director de la COGAT (Oficina de Coordinación de las Actividades en los Territorios Ocupados, Ministerio de Defensa israelí.
Israel ha deslegitimado sistemáticamente, cuando no directamente criminalizado, a cualquier organización civil o institución internacional, incluyendo agencias y organismos de Naciones Unidas, que han denunciado sus abusos. Ha actuado de manera similar contra los dos máximos tribunales internacionales: la Corte Penal Internacional y la Corte Internacional de Justicia. No puede ser que Israel pretenda ser parte de este mundo al tiempo que busque vivir al margen de la ley internacional.
La crítica y denuncia al gobierno y autoridades de Israel no es una crítica al pueblo judío. No es un ataque antisemita, un acto de odio a las personas judías por el hecho de serlo, sino un ejercicio legítimo del derecho a la libertad de expresión ante la comisión con total impunidad, desde hace casi 80 años, de los crímenes más graves que un Estado puede cometer: crímenes de guerra, crimen de lesa humanidad de apartheid y, desde el 7 de octubre de 2023, crimen de genocidio.
Población palestina desplazada toman la carretera costera de Rashid para regresar a la ciudad de Gaza a su paso por Nuseirat, en el centro de la Franja de Gaza, el 14 de abril de 2024. © AFP vía Getty Images
Clave 3. Esto es mucho más que una campaña militar contra Hamás
No hay ninguna duda de que uno de los objetivos de la ofensiva militar de Israel contra Gaza es eliminar a Hamás. Pero la investigación de Amnistía Internacional confirma que su intención es también destruir a la población palestina de Gaza.
Ya sea para alcanzar su objetivo militar o paralelamente al mismo, Israel ha seguido un patrón de conducta en Gaza, incluyendo declaraciones de altas autoridades israelíes, que demuestran una intención genocida y que, en ningún caso, pueden justificarse en las acciones de Hamás.
Según el derecho internacional, un objetivo militar como la intención de destruir a Hamás no niega en sí mismo la existencia de una intención genocida. Aquellas voces que defienden que la magnitud de la devastación tiene sus raíces en el deseo de Israel de acabar con Hamás olvidan que Israel es perfectamente capaz de librar una guerra más selectiva contra el grupo armado, una guerra que cumpla con las exigencias del derecho internacional humanitario, pero que ha elegido deliberadamente no hacerlo.
Un buen ejemplo de ello es el ataque al Campamento de Paz de Kuwait, situado al oeste de Rafah, en Gaza del 26 de mayo de 2024. La justificación israelí del ataque era la presencia de cuatro milicianos de Hamás en el citado campamento.
Efectivamente, había milicianos de Hamás. Pero aún cuando estuvieran ubicados deliberadamente en el campamento con la intención de no ser objetivos militares (lo que implica poner en peligro a la población civil, cometiendo el crimen de guerra de utilizar infraestructuras y personas civiles como “escudos humanos”), y aún cuando pudiese existir una supuesta “necesidad militar imperiosa”, ello no exime a Israel de cumplir con sus obligaciones en virtud del derecho internacional humanitario. De tomar todas las precauciones posibles para evitar daños a la población civil y de evitar ataques indiscriminados o desproporcionados. Los crímenes de guerra cometidos por un grupo armado no pueden servir de justificación para que un Estado que se dice democrático incumpla sus obligaciones internacionales, menos aún en una zona pequeña muy densamente poblada como es la Franja de Gaza, y menos aún cuando Israel dispone de capacidad militar para librar una guerra selectiva.
En lugar de utilizar métodos menos lesivos posibles, Israel decidió lanzar dos bombas GBU-39, de fabricación estadounidense, sobre el pequeño campamento de refugiados densamente poblado. Estas bombas liberan mortíferos fragmentos de metralla en un amplio radio al impactar, lo que no las hace eficaces para discriminar objetivos militares de civiles. Utilizar un método indiscriminado con alta capacidad de destrucción en una zona reducida densamente poblada implica que da igual donde se sitúen los milicianos de Hamás en el campamento y dónde se lancen las bombas: muchas personas inocentes van a morir igual. Y que aún así se decidiese optar por ese método demuestra el terrible desprecio de Israel por la vida humana en Gaza.
Esta es solo una muestra del patrón claro de ataques ilegítimos, incluidos ataques directos contra la población civil y bienes de carácter civil, y ataques indiscriminados en Gaza para los que no puede haber ninguna justificación.
En definitiva, se trata de uno de los muchísimos ejemplos que demuestran la intención genocida de Israel. Esa es la “única inferencia razonable” de su patrón de conducta.
Un palestino inspecciona los daños tras un ataque israelí contra el campo de personas refugiadas de Nuseirat, en el centro de la Franja de Gaza, el 7 de diciembre de 2024. © Majdi Fathi/NurPhoto
Clave 4. Los elementos que demuestran la intención genocida de Israel
El informe de Amnistía Internacional aplica la norma de la “única inferencia razonable”, empleada por la Corte Internacional de Justicia para determinar una intención a partir de un patrón de conducta.
Pese al objetivo militar declarado por Israel de acabar con Hamás y liberar a las personas retenidas como rehenes, el derecho internacional reconoce que un Estado puede actuar con intención genocida al mismo tiempo que persigue otros objetivos. Así, incluso cuando Israel persiga objetivos militares, la totalidad de las pruebas aportadas por Amnistía Internacional demuestra que la única inferencia razonable que se puede deducir del patrón de conducta de Israel en Gaza es que también busca destruir a la población palestina de Gaza como tal, lo que significa que su ofensiva militar y los actos y omisiones relacionados con ella en Gaza se llevan a cabo con una intención genocida deliberadamente calculada.
Las pruebas de la intención genocida se extraen de declaraciones de muchas autoridades de Israel, de la existencia de patrones de conducta, de la naturaleza sistemática de los actos prohibidos cometidos, de la magnitud de las víctimas mortales, de los daños y destrucción a gran escala y velocidad de infraestructuras críticas y objetos indispensables para la supervivencia de la población civil (viviendas, refugios, centros de salud, instalaciones de agua y saneamiento, escuelas, tierras de cultivo y propiedades culturales). De las oleadas reiteradas de desplazamiento forzado masivo de la población gazatí en condiciones inseguras e inhumanas (un 90% de la población total ha sido forzosamente desplazada). Del uso constante de armas explosivas con amplio rango en zonas densamente pobladas. Del uso reiterado de órdenes de “evacuación” generalizadas y a menudo engañosas (como avisos por redes sociales al tiempo que se provocaban apagones de internet, sin olvidar que en la mayoría de los ataques no hay avisos previos). De la continua definición de “zonas humanitarias” supuestamente seguras a las que las personas palestinas deben huir buscando refugio, para después ser igualmente bombardeadas y atacadas. De la obstrucción y restricción a la entrada y entrega en Gaza de suministros que podrían salvar vidas, incluida la ayuda humanitaria, y de servicios esenciales. En definitiva, de un patrón replicado a gran escala con una sola conclusión: no existe lugar seguro en Gaza ante la intención genocida de Israel.
Todo ello ejercido de manera simultánea, durante meses, sin descanso, en un contexto de apartheid desde 1948, de una ocupación militar ilegal del territorio palestino desde 1967, y de un bloqueo ilegal por tierra, mar y aire de la Franja de Gaza desde 2007.
Además, no podemos dejar de lado las múltiples declaraciones de funcionarios gubernamentales, militares de alto rango y miembros del Knéset (el parlamento israelí) en las que, sin ningún pudor, se alientan crímenes contra la población palestina de Gaza, o usan una retórica deshumanizadora y racista que demoniza y criminaliza a toda la población palestina. Con declaraciones específicas de autoridades israelíes con responsabilidad directa en la ofensiva militar contra Gaza que aparentemente reclaman actos genocidas o los justifican. Con decenas de vídeos en Internet donde se ve a soldados israelíes pidiendo la destrucción de Gaza o la denegación de servicios esenciales. Donde se les ve destruyendo propiedades palestinas o denigrando personas palestinas, reproduciendo a menudo el mismo lenguaje deshumanizador utilizado por las autoridades, cuyas declaraciones son interpretadas por algunos soldados israelíes como llamamientos para destruir Gaza, o como permisos para destruirla.
“Allí hay toda una nación que es responsable. No es verdad esta retórica sobre que los civiles no lo saben, no están implicados. Es absolutamente mentira. – Isaac Herzog, Presidente de Israel, sobre la población palestina tras los atentados de Hamás.
Activistas de Amnistia Internacional piden un alto el fuego en Gaza, noviembre de 2023. © Amnesty International
Clave 5. El fin de la impunidad no puede demorarse más
La gravedad del crimen de genocidio perpetrado por Israel, unida a la enormidad de la destrucción humana y al hecho de que no se atisbe ningún final, hacen que la rendición de cuentas sea mucho más que urgente, y se convierta en un imperativo histórico de la comunidad internacional en su conjunto.
Los dirigentes mundiales no pueden seguir mirando hacia otro lado. Los Estados tienen la obligación de prevenir y castigar el crimen de genocidio. Si Israel ha podido cometer sistemáticamente crímenes internacionales durante los últimos 80 años es sin duda por algo tan sencillo como terrible: porque puede; y puede porque se lo permiten.
“Sigo buscando entre los escombros lo que puedo encontrar de mi madre y mis hijos. Sus cuerpos fueron despedazados. Encuentro jirones, partes del cuerpo de mis hijos. Los encuentro sin cabeza”. - Hussein Abdelal, cuya familia murió en el ataque israelí del 20 de abril de 2024, aproximadamente a las 23.20 horas, en el barrio de Al-Jneinah, al este de Rafah. Amnistía Internacional no encontró indicios de un objetivo militar.
La burbuja de impunidad que rodea a Israel desde hace décadas ha sido facilitada por numerosos dirigentes occidentales, que no solo le han proporcionado un escudo diplomático, sino también un incesante suministro militar, tanto en forma de armamento y material de defensa como a través de entrenamiento y formación. Sin las transferencias de armas de países como Estados Unidos o Alemania, Israel no habría tenido la capacidad de llevar tal magnitud de destrucción a Gaza. Con las pruebas aportadas por Amnistía Internacional, todos los Estados que transfieran material de defensa o entrenamiento militar a Israel corren el riesgo de ser cómplices de genocidio, y deben ser conscientes de las implicaciones de que la historia les recuerde como tal.
El proceso en curso ante la Corte Internacional de Justicia, el máximo tribunal de Naciones Unidas, iniciado con la denuncia de Sudáfrica, es un paso importante hacia la rendición de cuentas, pero no debe ser el único.
“Tras casi 80 años, la impunidad de Israel debe debe finalizar. La población palestina no puede esperar más. Las víctimas y sus familias no pueden ser olvidadas, ni sus voces silenciadas. La comunidad internacional debe hacer justicia. Lo que está sucediendo tiene un nombre, y no debemos tener pudor en decirlo: genocidio.”
Otras instituciones, como la Corte Penal Internacional, también tienen investigaciones abiertas por lo que sucede, no solo en Gaza, sino en todo el Territorio Palestino Ocupado. Ahora, a Fiscalía de la Corte Penal Internacional debe considerar añadir el genocidio a su investigación en curso. Igualmente, la Fiscalía debe considerar la posibilidad de solicitar órdenes de arresto adicionales contra posibles responsables penales del crimen de genocidio, entre otros crímenes.
Todos los Estados deben hacer todo lo que esté en su mano para que se haga justicia, se rindan cuentas y se detenga el genocidio y otros crímenes internacionales cometidos por Israel. Ello implica hacer infinitamente más de lo que han hecho hasta ahora, entre otros, activar los procesos de jurisdicción universal y de otras formas de jurisdicción penal extraterritorial para que se juzgue a los presuntos perpetradores en los respectivos tribunales nacionales de los Estados.
Es terriblemente descorazonador ver como, ante un genocidio al que estamos asistiendo en directo, muchos Estados siguen negando la realidad y contribuyendo a que Israel continúe sus crímenes con total impunidad. Aquellos mismos Estados a quienes se les encomienda la seguridad y paz mundiales están vaciando de contenido el derecho internacional. Ante las históricas órdenes de detención emitidas por la CPI contra el Primer Ministro Benjamín Netanyahu, el ex-Ministro de Defensa Yoav Gallant el jefe militar de Hamás, Mohammed Deif, resulta muy duro ver cómo Estados como Francia pretenden garantizar la inmunidad de Netanyahu en su territorioy otros, como Estados Unidos, rechazan de lleno las órdenes de arresto de la CPI.
La voluntad política de los Estados es indispensable para abordar la rendición de cuentas y la justicia. Una voluntad que ha demostrado notable vigor para hacer frente a los abusos de Vladimir Putin pero que languidece sin justificación cuando el foco se pone en el Territorio Palestino Ocupado. Los crímenes internacionales de Israel, genocidio y apartheid incluidos, amenazan no solo la existencia del pueblo palestino, sino al mundo y el orden internacional basado en normas en su conjunto.
Una resolución de la CIJ o de la CPI podría tardar años en producirse y llegar mucho después de que se haya cometido el genocidio. Dada la velocidad y magnitud de la muerte y destrucción en Gaza, unida a la impasibilidad de los Estados más influyentes, puede que para cuando los tribunales internacionales dicten sentencia ya no queden personas palestinas que salvar en Gaza, ni nadie a quien hacer justicia.
Los Estados tienen ante sí la oportunidad y el deber históricos de poner fin a un largo ciclo de impunidad para los crímenes del derecho internacional cometidos por Israel en el Territorio Palestino Ocupado, afianzados por un sistema de apartheid contra la población palestina, por la ocupación militar ilegal del territorio palestino, por el bloqueo ilegal de la Franja de Gaza, y que hoy incluye en su terrible historial nada menos que el crimen de genocidio.
Tras casi 80 años, la impunidad de Israel debe finalizar. La población palestina no puede esperar más. Las víctimas y sus familias no pueden ser olvidadas, ni sus voces silenciadas. La comunidad internacional les debe mirar a los ojos y hacer justicia.
Lo que está sucediendo tiene un nombre, y no debemos tener pudor en decirlo: genocidio.