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Primer plano de libro encima de una mesa @John-Mark Smith/Pexels

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Poesía por los derechos humanos

  • Son muchos los y las poetas que reconocen que la poesía nos permite tener conciencia de las realidades que vivimos, que es una forma de estar en el mundo. También que juega un papel importante a la hora de reivindicar nuestros derechos y denunciar todo tipo de violaciones de los mismos. Los versos pueden contribuir a mejorar la sociedad, defender la igualdad y construir un mundo más justo y más humano, porque la poesía también nos da esperanza. “Poesía necesaria”, como decía Gabriel Celaya. 

Poemas que claman paz y denuncian las injusticias del mundo en el que vivimos. Versos que siguen estando vigentes hoy en día, como los de Gloria Fuertes: “Si todos los políticos / se hicieran pacifistas / vendría la paz. / Que no vuelva a haber otra guerra, / pero si la hubiera, ¡Que todos los soldados / se declaren en huelga". O los de Enrique García Trinidad cuando dice; “No hay bandera que valga un solo muerto”. 

Precisamente fue después de la Segunda Guerra Mundial cuando se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos para que no se volvieran a repetir las barbaries cometidas en este periodo histórico. La carta magna de la humanidad recoge los derechos que tienen todas las personas en el mundo sin distinción alguna de sexo, nacionalidad o clase social. 

Derechos que vemos reflejados en la poesía desde el derecho a la libertad -“En la bandera de la libertad / bordé el amor más grande de mi vida” de Federico García Lorca-, al derecho a la cultura, el trabajo, a buscar asilo, a circular libremente, a tener una nacionalidad, a la propiedad o la educación: ¡Al cole! ¡Al cole! / para aprender, / que es importante”, decía Gloria Fuertes.

Todas las personas somos iguales, como recoge la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Lo cantan también las y los poetas. Lo dice Yeison F. García en su ‘Derecho de admisión’, un poemario antirracista que aborda también la migración. Reconocido es el poema de Pat ParkerA la persona blanca que quiere saber cómo ser mi amiga’: “Lo primero a hacer es olvidar que soy negra. / Segundo, nunca olvides que soy negra”. También los versos de Shirley Campbell cuando dice:  “Me niego rotundamente / a negar mi voz / mi sangre y mi piel / (...) me acepto / rotundamente libre / rotundamente negra / rotundamente hermosa”.

Texto escrito a mano sobre página blanca @Pexels

Hablando de igualdad, la poesía recoge también las reivindicaciones feministas con el derecho a la misma entre mujeres y hombres.Ser humana y mujer, ni más ni menos” como dice Ida Vitale.“Es necesario / revertir el hechizo. / Ese, / que borra a las mujeres / de los libros de historia, / de las esferas de poder, de las antologías.”, escribía Gisela López. Son muchas las poetas que han defendido los derechos civiles de las mujeres desde Safo de Lesbos a Gata Catana pasando por Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Carmen Conde, Emily Dickinson, Gabriela Mistral, María Zambrano o Sylvia Plath.

Un grito por la libertad de expresión y reunión son los versos de Ángela FigueraNo quiero amar en secreto, / llorar en secreto, / cantar en secreto. No quiero / que me tapen la boca / cuando digo NO QUIERO”. También los de Gioconda BelliQuiero una huelga donde vayamos todos, / Una huelga de brazos, de piernas de cabellos, / Una huelga naciendo en cada cuerpo. / Quiero una huelga / De obreros / De palomas / De choferes / De flores / De técnicos / De niños / De médicos / De mujeres. / Quiero una huelga grande / Que hasta el amor alcance”.

Sobre el derecho a una vida digna y a un orden social e internacional justo Mario Benedetti nos recuerda que ‘El sur también existe’. “Los Nadies”, de Eduardo Galeano es todo un himno por el derecho a una vida digna y contra la discriminación de las personas por su situación económica y social. “Que no son, aunque sean. / Que no hablan idiomas, sino dialectos. / Que no profesan religiones, / sino supersticiones. / Que no hacen arte, sino artesanía. / Que no practican cultura, sino folklore. / Que no son seres humanos, / sino recursos humanos. / Que no tienen cara, sino brazos. / Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, / sino en la crónica roja de la prensa local. / Los nadies, / que cuestan menos / que la bala que los mata.”

La Declaración Universal de los Derechos Humanos recoge que “Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas. Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Sobre ello escribió Mario Benedetti en su famoso poema ‘No me pongas la capucha’ o Raúl Zurita, que sufrió torturas durante la dictadura de Pinochet. Contra las detenciones arbitrarias podemos leer ‘Al salir de la prisión’ de Fray Luis de León, ‘La cárcel’ de Ángela Figueras o los versos de Marcos Ana, el preso político que más años pasó en prisión durante el franquismo: “Mi vida, / os la puedo contar en dos palabras: / Un patio. / Y un trocito de cielo / por donde a veces pasan / una nube perdida / y algún pájaro huyendo de sus alas.”

La poesía nos puede ayudar a defender y reivindicar nuestros derechos porque como decía, Gabriel Celaya, la poesía es un arma cargada de futuro.