La menstruación continúa siendo en muchos países un tabú. Esto unido a la pobreza, las escasas opciones para acceder a productos de higiene menstrual, la inexistencia de lugares para poder cambiarse de manera higiénica o la falta de agua y saneamiento en las escuelas hace que muchas niñas opten por quedarse en casa durante los días de periodo, algo que a largo plazo perjudica su rendimiento académico y su malestar emocional, aumentando las posibilidades de abandono escolar.
Varios estudios de organizaciones como UNICEF denuncian que en algunos países de África las niñas pueden perder una media de 4 días de colegio al mes durante su ciclo menstrual y en el sur de Asia entre 3 y 4 días.
Precariedad menstrual
Detrás de estos datos está también lo que se ha denominado ‘pobreza de periodo’ o ‘pobreza menstrual’, una situación que afecta a una de cada cinco niñas. Los bajos recursos económicos impiden a las familias poder comprar productos adecuados para la menstruación de sus hijas. Esta situación no solo afecta a los países más pobres económicamente hablando sino que es una realidad en todo el mundo. La falta de recursos obliga a usar trapos, hojas secas o periódicos en lugar de compresas, tampones o bragas y copas menstruales.
La llamada pobreza menstrual pone en riesgo su salud. Además, hace que las niñas tengan que quedarse en casa y no puedan ir a la escuela durante los días de su regla. Para reducir esta ‘pobreza de periodo’, hay países que han bajado, reducido o eliminado los impuestos sobre los productos menstruales ya que el precio de, por ejemplo, tampones o compresas contribuye a incrementar este tipo de precariedad. Sobre la mesa está considerar el acceso a los productos de higiene menstrual como un derecho básico.
En Kenia, Australia, Canadá, India, Malasia, Uganda, Tanzania, Nicaragua, Trinidad y Tobago y en varios estados de Estados Unidos estos productos están exentos de impuestos. Escocia se ha convertido en el primer país del mundo en ofrecer de forma gratuita productos sanitarios relacionados con la menstruación. Además, proporciona su acceso gratuito en todas las escuelas, colegios y universidades. En 2016 la ciudad de Nueva York aprobó que todos los colegios públicos dispensaran compresas y tampones de forma gratuita en sus baños. Una iniciativa que ha reducido las tasas de abandono escolar de las niñas.
En el lado opuesto, en otros países parecen todo un lujo. De hecho, gravan como, por ejemplo, las joyas. Es el caso de Hungría con un 27% de impuestos, Croacia, Suecia y Dinamarca, con un 25% o Argentina con un 21%.
Los estados de la Unión Europea se rigen por una normativa comunitaria que solo permite reducir el impuesto de los tampones y las compresas hasta el 5%. Alemania lo bajó en 2020 del 19% al 7%, en Reino Unido es del 5% y en España el IVA para estos productos es del 10%, el mismo que, por ejemplo, los eventos deportivos o servicios de hostelería. Es decir, que grava lo mismo parte de nuestro ocio o gestos que decidimos por voluntad propia como tomarse un café frente a una necesidad sanitaria como la higiene menstrual.
Estigma social y tabú
Más allá de la pobreza de periodo, la menstruación continúa siendo un estigma social. Muchas niñas en todo el mundo se sienten avergonzadas cuando tienen la regla por todos los tabúes que lo rodean. Hay culturas que hablan de la “enfermedad de sangre”, otras lo vinculan con lo impuro, para algunas regiones es una “señal” de que las niñas están listas para el matrimonio o la actividad sexual, lo que las hace vulnerables al matrimonio infantil y la violencia sexual. En otras está directamente prohibido comentarlo delante de hombres y en la mayoría es una etapa de la vida que hay que llevar con discreción. Por todo ello, muchas niñas deciden no acudir al colegio cuando tienen la regla. En otras ocasiones son obligadas por sus progenitores a quedarse en casa.
Pero, ¿cómo una niña que está en pleno proceso de cambio e intentando entender su cuerpo puede lidiar también con estos estigmas y presiones sociales? ¿Por qué en pleno siglo XXI seguimos hablando en voz baja de la regla? ¿o contando a escondidas a nuestras amigas que nos ha venido el periodo? Lamentablemente, la regla continúa siendo una etapa biológica de las mujeres que incomoda socialmente, marcada por el secretismo y suciedad, y que se pretende ocultar en muchas ocasiones.
A ello hay que sumar la falta de información sobre educación sexual y reproductiva tanto a niñas como a niños y sus familias. Esta desinformación alimenta mitos y estereotipos, y todo junto se convierte en un cóctel que merma los derechos de las jóvenes, a las que se daña la confianza en sí mismas y se las niega su derecho a crecer y desarrollarse libres de estigmas. Es importante que puedan sobrellevar los días de periodo de manera saludable y segura en su vida y en la escuela.
Falta hablar con naturalidad de la regla en los colegios, romper todos los estigmas sociales que la rodean, aumentar la formación reproductiva y sexual y facilitar el acceso a los productos de higiene porque como decía Chimamanda: “La regla no es motivo de vergüenza. La regla es normal y natural y la especie humana no estaría aquí si la regla no existiera”.
Otras barreras
Junto con la menstruación hay otras causas del abandono escolar de las niñas: mayor carga doméstica frente a los niños, explotación infantil, pobreza económica, matrimonios precoces o embarazos.
Sierra Leona, Tanzania y Guinea Ecuatorial han llegado a prohibir a las niñas embarazadas a asistir al colegio y presentarse a exámenes. Ahora el gobierno de Sierra Leona ha revocado esta prohibición y quiere trabajar para integrar los derechos sobre salud sexual y reproductiva en el currículum escolar y que incremente el conocimiento de las familias sobre la planificación familiar y los anticonceptivos. Pequeños pasos que demuestran que existe un enfoque alternativo y sobre todo, que la protección de los derechos de las niñas debe estar en el centro de toda propuesta educativa.