El 25 de marzo de 1911 un pavoroso incendio consumió en apenas media hora los pisos octavo, noveno y décimo del edificio Asch, en el Greenwich Village de Nueva York. Estos tres pisos albergaban la fábrica Triangle Shirtwaist (Blusas Triángulo) en donde trabajaban unas 500 personas, la mayoría de ellas jóvenes inmigrantes que apenas hablaban inglés. El desastre se cobró la vida de 123 mujeres y 23 hombres, conmocionó la ciudad y sirvió para hacer avanzar -a un alto costo- las regulaciones de seguridad en el trabajo y el reconocimiento de los derechos de la mujer.
El incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist
El incendio comenzó a media tarde. Distintas versiones lo atribuyen a una colilla mal apagada en una papelera (las empleadas no tenían derecho a ningún tipo de descanso y fumaban a escondidas en cualquier rincón fuera de la vista de sus supervisores) o a una chispa provocada por una máquina. Algunas relatos consideran más que probable que detrás del fuego estuviese la intención de los dueños de la fábrica de cobrar la indemnización del seguro.
En cualquier caso, las llamas se propagaron rápidamente por un lugar lleno de material inflamable (telas, tintes, productos químicos...). Además, instalada en los últimos pisos de un edificio, la fábrica Triangle Shirtwaist era una verdadera ratonera. La deficiente conservación de los equipos de seguridad hizo el resto.
Uno de los dos montacargas que servían de nexo de unión entre la fábrica y la calle pronto quedó inoperante; la manguera de la planta en la que se originó el fuego estaba podrida y resultaba inservible; no existía una alarma en condiciones y muchas trabajadoras solo supieron del incendio al ver las llamas; y las escaleras de evacuación estaban en deficiente estado de conservación.
Además de todo ello, una de las puertas de evacuación estaba cerrada para evitar que las trabajadoras se tomasen descansos no permitidos, robos de material y el acceso a las instalaciones de sindicalistas que pudieran fomentar la conciencia sindical de las trabajadoras.
Cientos de miles de personas acompañaron el cortejo fúnebre por las calles de Nueva York. © Kheel Center
Muerte de 123 mujeres en la fábrica Triangle Shirtwaist
Los bomberos no tardaron en llegar, pero sus escaleras eran demasiado cortas y sus mangueras no tenían la suficiente potencia. El fuego transformó el montacargas y las escaleras en callejones sin salida. El aire era irrespirable y el calor insoportable. Decenas de trabajadoras se acercaron a las ventanas y saltaron.
En poco más de media hora, el fuego había consumido las tres plantas de la fábrica Triangle y se extinguió, dejando tras de sí un rastro de dolor y muerte: 49 personas quemadas o asfixiadas; 36 muertas al tratar de escapar por el hueco del montacargas y 58 al saltar a la calle desde las ventanas del edificio. Las víctimas más jóvenes tenían 14 años y la mayor 43.
Responsabilidades por el incendio
El incendio fue el mayor desastre industrial sucedido en Nueva York y causó una profunda impresión en la opinión pública. Más de 100.000 personas (algunos cálculos elevan la cifra hasta las 400.000) acompañaron el cortejo fúnebre por las calles de Nueva York.
Los dueños de la fábrica, Max Blanck e Isaac Harris, conocidos por sus prácticas laborales extremadamente abusivas y su falta de consideración por los derechos y la seguridad de sus trabajadoras, fueron sometidos a juicio el año siguiente. Sus conexiones y un sistema judicial no especialmente preocupado por la justicia permitieron que fueran absueltos en el juicio penal del cargo de homicidio.
En el juicio civil fueron encontrados culpables de muerte por negligencia y condenados a pagar una indemnización de 75 dólares a las familias de cada una de las víctimas. Aun así salieron ganando dinero, pues la compañía de seguros les abonó una compensación de 400 dólares por cada persona fallecida.
Trabajadoras de la industria textil en huelga. © Kheel Center
Avances en los derechos laborales y los derechos de las mujeres
La muerte de las 123 mujeres y 23 hombres en el incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist no fue en vano. En los años siguientes, el estado de Nueva York aprobó varias decenas de normas que regulaban las condiciones de seguridad en el trabajo.
Además, el incendio contribuyó al crecimiento del Sindicato Internacional de las Mujeres Trabajadoras Textiles (International Ladies' Garment Workers' Union, ILGWU). El sindicato existía desde comienzos de siglo y había protagonizado ya dos sonadas huelgas en 1909 (El levantamiento de las 20.000) y 1910 (La gran revuelta).
Tristemente, los avances conseguidos por estas movilizaciones no consiguieron salvar a las mujeres y hombres de la fábrica Triangle, pues los dueños de la misma renunciaron a aplicar los acuerdos alcanzados y siguieron sometiendo a sus trabajadores y trabajadoras a condiciones draconianas.
La realidad comenzó a cambiar drásticamente después de la tragedia del edificio Asch. A ese cambio contribuyeron, sin duda, vibrantes discursos como el de la activista socialista y feminista Rose Schneiderman en una de las ceremonias para honrar la memoria de las víctimas:
"Esta no es la primera vez que unas niñas mueren quemadas vivas en esta ciudad. Cada semana me entero de la prematura muerte de una de mis hermanas trabajadoras. Cada año, miles de nosotras quedamos mutiladas. La vida de los hombres y las mujeres es tan barata y la propiedad es tan sagrada... Somos tantas personas optando a un trabajo que importa poco si 146 trabajadoras mueren abrasadas".
En los años 20 y 30, el ILGWU sumaría decenas de miles de miembros y contribuiría de forma poderosa a conseguir mejoras salariales y de condiciones laborales para las trabajadoras textiles estadounidenses.
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, conmemora la fecha en que las trabajadoras de las fábricas textiles de Nueva York se manifestaron por primera vez en 1857 para exigir la igualdad salarial con sus compañeros. Pero la tragedia de Triangle Shirtwaist está también relacionada con esta fecha, pues la fábrica estaba especializada en la confección de blusas de color morado, que es color que llenó el cielo de Nueva York el día del incendio.
A pesar de los avances en materia de seguridad y derechos laborales que supuso la tragedia de Triangle Shirtwaist, la lucha por los derechos de las trabajadoras textiles vivió muchos otros episodios, la mayoría de ellos violentos y dramáticos. Muchos -también- revestidos de una despiadada "belleza".
La activista socialista y feminista Rose Schneiderman. © Kheel Center
La huelga de pan y rosas
Un año después de los sucesos de la fábrica Triangle Shirtwaist, los y las trabajadores textiles de Lawrence, Massachussets, fueron a la huelga para protestar por sus precarias condiciones laborales. Al igual que en Triangle, muchas de las personas que trabajaban en la industria textil en este estado eran mujeres.
La movilización sindical vendría a ser conocido como huelga de pan y rosas, pues durante ella se popularizó la canción Bread and Roses (pan y rosas), un emocionante canto de solidaridad y de reivindicación no solo del sustento -el pan-, sino también de la belleza -las rosas- en el que las huelguistas afirmaban, entre otras cosas:
Al marchar, innumerables mujeres muertas proclaman a través de nuestro canto su antiguo clamor por el pan... Al marchar, traemos días mejores. El levantamiento de las mujeres significa el levantamiento de la especie (humana).
Ese clamor por la belleza, el pan y la solidaridad es el que sigue resonando hoy en las calles de miles de ciudades alrededor del mundo cada 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. En él viven los espíritus de las 123 mujeres que perecieron en el incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist y de miles otras que a lo largo de la historia entregaron sus vidas luchando por los derechos de las mujeres.
No solo para ellas, sino para todos los seres humanos.