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Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño © Private

Blog

La discriminación positiva corrige situaciones de desigualdad y derriba estereotipos

Por Vega Alonso del Val (@VegaAlonsoV), colaboradora de Amnistía Internacional,

Periodista, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya, defensora de los derechos humanos, comprometida, Ana Bernal-Triviño, acaba de ser premiada por el Ministerio de Igualdad por su labor en la erradicación de la violencia contra las mujeres. Ha publicado varios libros, entre ellos ‘No manipuléis el feminismo. Una defensa contra los bulos machistas’’. Con ella hablamos sobre la discriminación positiva.

¿Qué es la discriminación positiva?

Son acciones dirigidas a reducir prácticas de discriminación en contra de colectivos excluidos y marginados. Su función es la de corregir una desigualdad. En el caso de las mujeres, la mitad de la población, se prevén acciones para intentar corregir esa situación.

¿Sobre qué desigualdades lucha la discriminación positiva?

Uno de los mayores ejemplos y el más cotidiano que podemos ver es la disparidad salarial, lo que conocemos como brecha salarial, es decir, la diferencia de lo que cobra una mujer y un hombre por realizar el mismo trabajo. Muchas veces no va en el sueldo base sino en los complementos que se añaden. Los datos de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat) reconocen que en España el 20% de las mujeres cobran menos que los hombres. Esto impide que esas mujeres se desarrollen en igualdad de condiciones en la sociedad porque si tú cobras menos, tienes menos posibilidades de tener mejores condiciones de vida. A la larga también repercute en su jubilación.

Ana Bernal-Triviño, la Mañana de la 1

Ana Bernal-Triviño, la Mañana de la 1, © Javier Herráez

¿Cómo surge el concepto de discriminación positiva?

Nace en EEUU a partir de la segregación racial de la población negra entre la población norteamericana. En el caso de las mujeres, siempre han tenido mucho más difícil, y lo siguen teniendo, el acceso al mercado laboral, sobre todo en igualdad de condiciones. Siguen sustentando la mayoría de trabajos precarios tanto por sectores como en las condiciones laborales. Por ejemplo con empleos más temporales, cobran menos y con horarios que llegan a limitar el desarrollo profesional de la mujer porque muchas trabajan a media jornada para poder compaginarlo con las tareas en el hogar y el cuidado de familiares. Esto produce dos situaciones. Una, los llamados suelos pegajosos, es decir, el caso de mujeres donde la situación de la casa y los cuidados constituyen un potente adhesivo que les impide progresar en una profesión. Por otro lado, tenemos el techo de cristal. Para las mujeres que consiguen estudiar, mejorar su formación y tener más méritos profesionales, llega un momento en el que no pueden avanzar más, que hay un techo, que es invisible, que les impide avanzar porque esa escalada de poder en cargos directivos está representada por una mayoría de hombres. Esto significa que hay un trato desigual en la distribución del trabajo.

La discriminación positiva, ¿ofrece privilegios o es equidad?

No podemos llamar privilegio a algo que consiste en cobrar igual. No podemos llamar privilegio a algo que fomenta la igualdad de oportunidades porque no todo el mundo parte de la misma posición. Si tú aplicas una política, tienes que dar una igualdad de condiciones. Siempre pongo el ejemplo de dos personas que no pueden ver qué ocurre tras un muro de un metro de altura. Si yo le doy a cada uno un banco de 30 cm para que se suban, puedo pensar que estoy siendo igualitaria pero cometo el error de no contemplar de antemano una desigualdad de partida puesto que cada persona tiene una diferente altura. Si una mide 1,85 cm y otra 1,50 cm, para que las dos lleguen al mismo fin -que es ver por encima del mundo- tendría que dar un banco más alto a la segunda persona. Esto no es discriminar sino dar las mismas oportunidades y que las dos personas lleguen al mismo objetivo. Su punto de partida es desigual. Si los datos estadísticos nos dicen que la mujer está en una situación de inferioridad en el mercado laboral y con condiciones laborales peores, significa que tenemos que corregir esa situación.

¿Cuáles son las principales ventajas de la discriminación positiva?

Cuando vemos imágenes, por ejemplo, del inicio del curso del Consejo General del Poder Judicial o de otras instituciones nos encontramos con una representación irreal en la que esos puestos de poder están en manos de hombres. La discriminación positiva termina confirmando una representación real del mundo. Sus ventajas serían esta representación real, favorecer la creación de referentes para los dos sexos, contribuir a derribar estereotipos, equiparar roles y demostrar cómo las mujeres tienen la misma capacidad de desarrollar trabajos en igualdad de condiciones. Permite también formar una equidad real, y sobre todo, permite mejorar las condiciones de vida de esas personas que son excluidas, en este caso del mercado laboral, por una cuestión que no tiene que ver con su formación o méritos sino en función del sexo.

Uno de los bulos que intenta romper en su libro es el de «las cuotas son un problema y no la solución”. ¿Cómo lo desmontamos?

El problema no son las cuotas. El problema es que existe una posición histórica de desigualdad de la mujer en el marco laboral y otros muchos. El problema es el machismo y una estructura patriarcal. Las cuotas no son un factor de discriminación. El propio Tribunal Constitucional en España se manifestó a favor del establecimiento de cuotas señalando que no vulnera el artículo 14 de nuestra Constitución y el cumplimiento de que no haya discriminación en cuanto a sexos porque precisamente va a corregir una situación de desigualdad.

Hay voces críticas que dicen que la discriminación positiva genera más desigualdad o que es paternalista. ¿Cómo valoras estos argumentos?

Son las típicas voces de las personas del patriarcado y machismo que se benefician de esa situación de poder en la que no han cuestionado que parten de una situación de ventaja y sienten como una ofensa o ataque la aplicación de este tipo de medidas para corregir la discriminación. Son medidas que no pueden generar más desigualdad cuando justo lo que van a corregir es una desigualdad de partida. Lo que no es natural es el orden de partida que tenemos. Tampoco es paternalista. Casi es más paternalista tener que depender del visto bueno de hombres que muchas veces en el mercado laboral tienen menos currículum que las mujeres a las que están entrevistando.

¿No debería haber debate sobre cuotas sí o cuotas no?

Si hay gente que sigue sin comprenderlo en esta sociedad, puede haberlo. El tema es que realmente no impidan el desarrollo y la práctica de leyes. También depende de si se prevén sanciones o no. Por ejemplo, Noruega sí se comprometió desde el año 2003 a ello y las consejeras en empresas han pasado del 3 al 40%. Resultados similares han tenido en Italia, Francia, Bélgica, Holanda o Reino Unido. Creo que cada país tiene que establecer su propia política de cuotas. Ojalá que un día no hicieran falta.

¿Son las cuotas la solución definitiva?

Son parte de la solución. El establecimiento muchas veces se limita a los techos de cristal y no a otras situaciones en un mercado aún más precarizado. No son la solución definitiva pero sí la solución mínima e indispensable para empezar a cambiar el mercado laboral. La cuota es una parte. Hay que mejorar también las condiciones de esos puestos de trabajo, de sueldo, de horario, de conciliación familiar…

Ana Bernal-Triviño en la presentación de su libro

Ana Bernal-Triviño en la presentación de su libro. © RTVE

¿Dónde podemos ver más ejemplos de discriminación positiva?

También los podemos encontrar en el uso del lenguaje, en un uso que no sea sexista, que no discrimine a la mitad de la población. Por todo lo que estamos hablando, surgió la Ley de Igualdad en 2007 con la intención de corregir esas desigualdades previas entre hombres y mujeres.

¿Puede la COVID-19 aumentar la desigualdad de género y frenar, por tanto, la equidad?

Sí, de hecho es algo que ya estamos notando. Desde diversas instituciones se está empezando a analizar ese impacto. Si ya hay una situación previa de desigualdad en el mercado laboral y en los cuidados, la pandemia lo ha agravado. Durante el confinamiento, el cuidado de los hijos y el hogar cayó casi por completo sobre las mujeres, evidenciando una mayor carga mental psicológica en ellas. También está el problema de la conciliación. Además, a las mujeres que sufren maltrato no les beneficia el teletrabajo porque el maltratador controla aún más a estas mujeres. La pandemia abre un nuevo marco que tenemos que analizar.